El retrato de don Bruno

Don Bruno fue homenajeado en la Biblioteca Nacional

El pasado domingo 17 de julio, a las 10 a.m., asistí a un emotivo y concurrido acto celebrado en el salón Aída Cartagena Portalatín de la Biblioteca Nacional, con el propósito de presenciar la instalación de un retrato en la galería donde ya se encuentran colocadas las fotografías de nuestros escritores más destacados.

Se trataba de rendir homenaje a don Bruno Rosario Candelier, presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, líder del Movimiento Interiorista y del Ateneo Insular, fecundo escritor, maestro de generaciones, incansable artista en el fomento y cincelado de la eclosión de valores nativos de la narración y de la escritura.

La introducción del acto y descripción del perfil del homenajeado fue hecha por la destacada escritora Ofelia Berrido. El director de la Biblioteca Nacional, Rafael Romero Peralta, pronunció las palabras de motivación de la decisión y destacó las virtudes literarias de Rosario Candelier y sus merecimientos para que su retrato sea colocado en la galería de los inmortales de ese recinto. Lamentó que esas paredes, ni ninguna otra, puedan reflejar las virtudes morales y la hombría de bien de don Bruno, porque son inmateriales y no pueden ser plasmadas en un lienzo o fotografía.

Luego tocó el turno a don Bruno, quien hizo gala de su dominio de la palabra hablada, al igual que de la escrita. Me conmovió su narración sobre cómo llegó al mundo profesional y literario. Mientras lo escuchaba no dejaba de pensar en el mérito de tanta gente que en medio de recursos escasos, limitados o inexistentes, ha logrado recibir una educación, formal o no, y luego destacarse en la sociedad.

Bruno narró que proviene de una familia con 18 hijos y que cuando tenía 8 años de edad su padre lo convocó, junto a tres de los varones mayores, y les explicó con crudeza la precariedad en que vivían, les confesó que no podía mantenerlos, les pidió que buscaran trabajo para contribuir al mantenimiento de la casa, y los liberó del deber de continuar los estudios primarios. Con objeto de facilitar tan traumática decisión, les preguntó qué oficio preferían realizar para ayudarlos a buscarles sitio.

Ante tal requerimiento, lleno de cruel dramatismo, Bruno Rosario Candelier abandonó temporalmente los estudios primarios y encontró ocupación en una sastrería. Aprendió el oficio. Posteriormente trabajó en otras ocupaciones. Luego buscó amparo económico en una explotación ganadera y agrícola situada en Villa Trina.

Cuatro años después su abuelo lo instó a regresar a Moca, abandonar el campo, retomar los estudios primarios. Le dijo que en su caso había algo especial, que tenía una epecie de halo que lo hacía presagiar que era distinto a sus otros nietos y podía llegar muy lejos y destacarse en el mundo de las letras si se esforzaba en recibir educación formal.

¿Cómo llamar a ese presagio de un abuelo que tenía tantos nietos? Lo ignoro. Solo sé que acertó a plenitud.

Cualquiera creería que esos cuatro años alejado de la escuela fueron un tiempo perdido. Según el criterio de Bruno aquel intermedio lo ayudó a enriquecer su perpectiva de la existencia. Aprendió a conocer en profundidad el modo de vida y cultura del pequeño productor urbano y del campesino, la forma como la gente lucha por la sobrevivencia, y los distintos modos de expresión que se desarrollan según la clase social a la que se pertenece. Muchos años después ese aprendizaje lo llevó a sugerir vocablos de dominicanismos que fueron incorporados por la Real Academia de la Lengua.

Según él de todo se aprende si se tiene consciencia y sentido de las cosas. Nada se pierde. Cualquier realidad es positiva y provechosa. Todo sirve para la formación del ser humano. 

Desde aquellos episodios que marcaron su vida, Bruno Rosario Candelier ha tenido especial veneración por la palabra y por promover a quienes la cultivan. 

Al escucharlo, yo, que apenas emborrono cuartillas con menguado talento, me siento en la obligación moral de atestiguar la forma como me impulsó para que produjera la novela Horacio y Mon: avatares y gloria, editada recientemente. Sé que sin su insistencia y motivación y sin sus certeras y eficaces orientaciones, nunca lo hubiera logrado.

Lo que hizo conmigo lo ha repetido con gente de verdadero talento, que lo han demostrado a través de su producción literaria de calidad cierta. 

Loor a Bruno Rosario Candelier, maestro del arte de la palabra. Enhorabuena por ese nuevo galardón cosechado en buena lid y en base a un esfuerzo sostenido por décadas. 

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.