¿Qué nos está pasando como sociedad?
El hogar se transforma en escenario de muerte
El país amaneció sacudido por una noticia insoportable: cuatro niños murieron el fin de semana en dos hechos separados, atribuidos a sus propios padres. Tres hermanos, de 11, 9 y 7 años, presuntamente envenenados por su madre antes de quitarse la vida. Un bebé de apenas un año y ocho meses, asfixiado, según la Policía, por su padre.
El horror no cabe en las estadísticas, aunque ellas nos digan que la tasa de homicidios ronda los 8.20 por cada 100,000 habitantes y que solo en agosto se reportaron cinco infanticidios. Cifras que se convierten en un frío telón de fondo para tragedias que deberían conmover hasta la médula a toda la sociedad.
¿Cómo explicar que la ternura natural del amor filial se convierta en verdugo? ¿Qué vacío emocional o fractura social lleva a padres y madres a transformar el hogar, ese espacio destinado al cuidado, en escenario de muerte?
La violencia, que debería detenerse ante la inocencia, no reconoce límites en un país donde el machismo, la desesperanza y la salud mental desatendida se mezclan con demasiada frecuencia. Reflexionar ya no es suficiente. Urge que la sociedad y el Estado asuman este dolor como una alarma. La niñez debe ser frontera sagrada. Traspasarla es perder la humanidad misma.
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