Ante una crisis humanitaria
Presidente Abinader insta a la acción urgente en Haití ante el Consejo de Seguridad de la ONU
El presidente Abinader acudió la pasada semana al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para insistir ante la comunidad internacional en la necesidad de intervenir con carácter de urgencia en Haití, y tratar de evitar que el estado de violencia que padece derive en una catástrofe mayor que coloque en riesgo la estabilidad de la región y de la isla.
El mandatario utilizó esta poderosa plataforma para manifestar que el tiempo de las palabras terminó y llegó el momento de la acción. Criticar que mientras se dilatan los fondos para la misión aprobada en octubre pasado, el vecino se encuentra al borde de una guerra civil. Reiterar que no hay solución que pase por cargarnos más a los dominicanos. Y advertir que, ante esta manifiesta indiferencia, la nueva posición dominicana es que “o luchamos juntos para salvar a Haití o lucharemos solos para proteger a la República Dominicana”.
Durante las últimas tres décadas, con mayor o menor intensidad o vehemencia, todos los presidentes dominicanos han reclamado acciones con respecto al vecino. Con resultados similares: promesas en abundancia, acciones diminutas y resultados inexistentes.
Y ahora parece que no será distinto. A la histórica falta de interés sobre el drama haitiano se suma una agenda geopolítica centrada en Gaza, Oriente Próximo, Ucrania y Taiwán, condicionada además por las elecciones de noviembre en Estados Unidos.
Mientras tanto, de aquel lado de la frontera la situación empeora con los minutos. Al control que las bandas armadas mantienen sobre cerca del ochenta por ciento del territorio, se suma la agitación y desestabilización que promueven contra el deshilachado gobierno haitiano dirigentes políticos de oposición y líderes paramilitares.
Factores que, sumados a la extrema pobreza material y humana que golpean su población, convergen en un explosivo cóctel que en cualquier momento puede derivar en un conflicto violento que comprometa la seguridad regional y amenace la propia existencia de la nación dominicana.
Los clamores y reclamos de Abinader van en la dirección de proteger los intereses supremos de nuestro país, y deben contar con el respaldo de todo el liderazgo político y social dominicano… Pero al mismo tiempo debemos exigirle emprender acciones en caso de presentarse el peor de los escenarios.
Porque si bien el despliegue militar y la vigilancia en la verja perimetral constituyen medidas correctas para evitar que un potencial conflicto armado alcance el territorio nacional, guardias, tanquetas y helicópteros sirven de poco si quienes tocan nuestras fronteras son decenas de miles de seres humanos hambreados y desesperados.
Y ahí el problema, pues al margen de la intensidad de los discursos, la realidad es que no estamos preparados para proteger el país ante el desafío que supondría una crisis humanitaria de esas dimensiones. Ni política, ni económica, ni diplomáticamente.
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