12 uvas
Navidad en un país tropical
Por esta época del año, en una carretera bien conocida, puedes encontrar un montón de fresas bien empaquetadas. En las manos de los vendedores, estos productos permanecen a la espera de los viajeros. Sobre todo en fines de semana, muchos vehículos se adentran en la montaña. Salidos de una finca entusiasmada, no solo fresas se venden aquí sino que otro tipo de productos. Ya en la gran ciudad, en los pasillos de los supermercados, y ahora más con la temporada navideña, vemos uvas que son expendidas con suma elocuencia. La mayoría viene desde fuera. Los datos no nos dejan mentir: en el 2021, (que estos datos sean viejos es otra revelación, otra noticia), nuestro país importó 24, 4$ en uvas, principalmente de Estados Unidos (14, 4M), Chile (3,3 M), Perú (6,01M), Turquía (32,9k) y Argentina (605k), lugares donde la producen.
En otros pasillos, los compradores se entusiasman como si hubieran entrado a la zona de vinos. No hay que esperar el 24 de diciembre para destapar las uvas: aclaro que esto es un “exceso”. Puede decirse que la industria nacional es ejemplar: lo mismo producimos estas fresas que estos pantalones en las zonas francas dominicanas. Una señora venía de Puerto Rico hasta la zona franca para inspeccionar la calidad de los productos. Tenemos un notorio control de calidad en la mayoría de los productos que vendemos.
En las carreteras, he podido comprar este paquete de fresas. Uno puede concluir que los compradores de fresas y uvas, en los supermercados nos enteramos de las antiguas prácticas atribuidas a Baco, dios de la fertilidad y el vino, Dionysos en griego, hijo de Zeus y Sémele (otros dicen que de Zeus y Perséfone). Nos acercamos a la zona preferida de muchos donde la enología hace de las suyas. “Me recomendaron tal vino”, me dice alguien. Alguno me ha dicho: “puesto a elegir entre las fresas y las uvas, me quedo con las uvas”. “Es notorio que las fresas tienen un amargor clásico, no es mi estilo”. Otro nos dirá: “prefiero las uvas por aquella costumbre de comerse 12 que tenía mi abuela”. Y de esa manera todo el mundo tendrá su historia con las uvas.
Me parece muy bien: puedes elegir democráticamente como se da el caso en algunas casas que han decidido entre poner el arbolito o tomar todas esas extensiones de luz, esos bombillitos de temporada, y colocarlos en los balcones, lo que le da a la capital un look entre misterioso y festivo. Importamos todas estas uvas y algunos productores dicen que no sería necesario si las produjéramos localmente. La calidad de estos productos es notoria. Quieres sentir que estás en un festín de Baco comiendo todas estas uvas. Para estar a tono, podemos recurrir a la ópera Baco de Jules Massenet o The Cult of Dionysus, una canción de The Orion Experience.
Es el eterno dilema de celebrar la llegada de Santa o de los Reyes, no hay discusión. Alguien se pregunta: ¿se regalarán juguetes en este fin de año? Siempre se hace, dirá otro, lo importante es ir –venga gente, venga pueblo–, para ver todo el paisaje. Pero las fresas son el motivo de este comentario. En los supermercados, están los paquetes que vimos en la carretera. En “adustas camionetas”, son transportadas hacia la capital desde Constanza –o en camiones principales–, y llegan para luego ser refrigeradas de manera correcta. Los compradores hacen filas y pretenden que estas son las mejores fresas del mundo.
Por algún lugar, en la zona de frutas, hemos visto fresas más grandes de la cuenta, como si les hubieran inyectado esteroides, pero nada que ver: se trata de una región y de una “especie” que produce este ejemplar que nos hace sentir que hemos hecho una buena inversión. “El precio”, me dice alguien. Si te pones a comparar las de este año, con la del año pasado, podrás calcular meteóricamente un número perteneciente al IPC, el Índice de Precios al Consumidor que calcula en Banco Central y que nos deja estupefactos. “Se ha controlado la inflación”, me dice alguien: “tus fresas están bajo control”. Le aclaro: correcto, por esa razón este año no dejemos de comprarlas, aunque lo general es que tendamos hacia las uvas. Le preguntaremos a Santa Claus si quiere comer uno de estos productos. Los invitados tendrán grandes racimos que importamos desde otros países.
“Las fresas nos acompañan”, dice alguien. En tu caso, las has comprado en la carretera, pero es cierto que en los supermercados las tienen nítidas. No es algo extraño que salgas con varios paquetes. Alguien se preguntará: ¿cuánto hemos producido en este año? Las uvas no solo se afincan en aquella lejana tradición de las doce, sino que son algo así como un brindis. Ya habíamos sabido: los jugos de uva por esta temporada no es que se vendan más que las uvas, pero están en el misterio. “Todo en la vida es un misterio”, como dice la canción de Francisco Céspedes.
Conozco gente que se fue hace rato a otras partes donde seguro la entrada de la navidad la asumen con otros riesgos: Alemania, España, Italia y por qué no Dubái, este país que no se cansa de emitir videos para su promoción. All you need is a Night on Dubai es un clásico que todo el mundo escucha, un disco popular que se ha convertido en marca de fábrica. ¿En todas las redes, qué cantidad de videos tenemos de Dubái? “Son muchísimos”, me responderá alguien. “Lo que tenemos que entender es que aquí pasa lo mismo, tenemos videos que subimos y eso lo ve alguien y nos sigue: sus vacaciones serán en Punta Cana”.
Ya hemos visto alguno que otro cuadro de un pintor lejano donde las uvas son parte principal. La gente me pregunta por los precios: pero es cierto, “una vez al año no hace daño”. Los dominicanos tenemos claro que el negocio que tenemos aquí beneficiará a los productores. En las “profundas selvas” (o en los invernaderos), tenemos gente que produce lo que será degustado en Santo Domingo y en los pueblos del interior. El tipo que me vendió las fresas, no me dio explicación. No me dijo: “esta la producimos en tal parte”. “Esta otra, estas uvas, son del festín de Baco, ese que usted conoció en las enciclopedias”. No podemos negar la existencia del Baco de Caravaggio, pintor del barroco, un cuadro de 1598 que tienen en la Galería Uffizi de Florencia.
Alguna firma interesante se detendría en los súpers y preguntaría a los compradores, qué prefieren: fresas o uvas. Como le dije a alguien, podemos dividir el mundo (como hizo Borges, entre aristotélicos o platónicos), o entre zorros y erizos a la manera de Isaiah Berlin, (El erizo y el zorro, 1953), entre fanáticos de las uvas o de las fresas. Esta gente tiende a comer ambas: saber cómo se producen –o como se importan–, sí que será interesante. Como en un viejo juego, nos adentrarnos en la tierra, área climatizada. He llegado a la conclusión de que la parte del negocio de estos productores tiene que ver con el microclima. No tenemos una gran cantidad de fotografías de estos menesteres, pero sí está claro que cualquiera podría acceder a los viejos trucos para producirlas.
Una disertación sobre los aristotélicos o platónicos es lo común cuando llegas a la zona de vinos y te preguntas cómo los habrán fabricado, algo que sabe todo el mundo. Para ser modernos, puedes ver en esos documentales de Napa donde un actor famoso se las da de las suyas: ha elegido ser el comentarista para decir “esta variedad de uva es magnífica”, lo mismo que ocurre en otros documentales donde se nos explica, con suma elocuencia, todo el proceso. En materia enológica, los expertos tienden a decir que tal uva es magnífica y esta otra es más dulce.
Lo cierto es que ese muchacho que vendía las fresas recibe otros recursos: remesas y un negocito cercano al club de la zona donde se juega al billar y otras cosas. “Esta navidad, disfrute de las mejores fresas del mercado”, nos dice como un vendedor nato.
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