El golpe, a sesenta años de los barbarotes
El Legado de Juan Bosch y su impacto en la historia dominicana
Las reglas de juego
El jesuita Láutico García quedó históricamente signado como la persona que puso la primera piedra para que se produjese el grave suceso del 25 de septiembre de 1963.
La especie, falsa y traumática, de que Juan Bosch era comunista, comenzó a rodar desde que aquel fatídico artículo del sacerdote apareciese publicado en el diario El Caribe y luego remachado en su concepto básico en el famoso debate televisado de la noche del 17 de diciembre de 1962. El sacerdote hubo de retractarse de la acusación que no pudo sostener a conciencia frente al experimentado político, pero la incriminación contra Bosch se mantendría invariable y sería el motivo básico para que se produjese en la madrugada septembrina de 1963 el golpe que cercenó el proceso de lanzamiento de la democracia dominicana, con sus graves consecuencias posteriores.
Bosch había ganado popularidad como ningún otro político logró hacerlo en la etapa posdictadura. Había obtenido más de 600 mil votos en los comicios de diciembre sobrepasando a su más cercano competidor en más de 300 mil, triunfando en 22 de las 26 provincias de entonces y obteniendo el 60% del total de sufragios. De Cuba, donde había residido por largos años y donde contrajo nupcias con Carmen Quidiello, Bosch trajo el lema Vergüenza contra dinero, que había permitido a Eddy Chibás, su creador, llegar a las masas y conquistar el respaldo de amplios núcleos de la población cubana con su Partido Ortodoxo o Partido del Pueblo Cubano. Táctico consumado y de gran inteligencia política, Bosch sostuvo durante su campaña electoral la tesis de “borrón y cuenta nueva” que permitió atraer a sus filas a numerosos trujillistas de la base, asustados por un eventual triunfo del partido ucenista que propugnaba por un escarmiento ejemplar contra aquellos que habían servido a la dictadura. Bosch, en vez de asustar con “látigos” y prejuicios -como hizo Viriato Fiallo- adoptó en sus discursos de campaña una actitud conciliadora que generó simpatías en sectores empresariales e, incluso, militares. “Sólo el PRD no predicaba odio”, recordaría Bosch años después.
En su discurso de toma de posesión -en un acto de esplendoroso populismo que los dominicanos no habían conocido nunca antes- Bosch dejaba claramente establecidas las reglas de juego. Los aspectos principales de la gran pieza oratoria, pronunciada frente a Lyndon B. Johnson, Rómulo Betancourt, Ramón Villeda Morales, sir Alexander Bustamante, Francisco Orlich, Luis Muñoz Marín y José Figueres, mostraban los parámetros de su pensamiento político, muy ajeno a las motivaciones y ardides esgrimidos por los golpistas siete meses después:
1. En una democracia no debe haber más gobierno que el de las leyes.
2. El gobierno que se inicia hoy espera un trabajo continuo para dar a los dominicanos un puesto bajo el sol entre los países avanzados de América.
3. En la República Dominicana estamos obligados a avanzar de prisa, tan de prisa como sea posible hacerlo sin salirnos en momento alguno de las normas democráticas.
4. No deseamos el poder para gobernar contra enemigos, sino para gobernar con dominicanos para el bien de los dominicanos.
5. Un gobernante democrático debe tener oídos abiertos para oír la verdad, ojos activos para ver lo mal hecho antes de que se realice, mente vigilante para que nada ponga en peligro la libertad de cada ciudadano y un corazón libre de odios, dedicado día y noche solo al servicio del pueblo.
6. Nosotros estamos aquí con la decisión de trabajar, no de odiar; dispuestos a crear, no a destruir; a defender y a amparar, no a perseguir.
7. Preparémonos a bastarnos a nosotros mismos, a levantarnos con nuestras fuerzas, a labrar la estatua de nuestro porvenir con manos dominicanas.
8. Edifiquemos un hogar para la dignidad, para la libertad, para la abundancia y para la cultura.
9. Nuestro país es rico y nuestro pueblo inteligente. Tenemos una tierra fecunda y gente que desea trabajarla.
10. Todos seremos polvo algún día y de nosotros quedará el recuerdo solo si le damos a este pueblo y a la América lo que el pueblo dominicano y la América esperan de nosotros.
11. Tesón para la lucha y humildad para recibir la opinión de los adversarios y el juicio de la historia.
12. Mientras nosotros gobernemos, en la República Dominicana no perecerá la libertad.
Nunca antes en la historia política dominicana se había pronunciado un discurso con mensajes tan prometedores, donde primaba el culto a la libertad, la instancia al trabajo, el respeto por las leyes y el merecido derecho al progreso y al bienestar. Era el discurso de un intelectual y de un político, pero sobre todo era la presentación de credenciales del estadista en embrión ante una masa que desconocía los avatares a que se someten los pueblos que comienzan a construir su democracia, y ante un abigarrado y denostador sector que a esa hora del mediodía de aquel miércoles de ceniza, aniversario 119 de la independencia nacional, languidecía frente al televisor con rabia iracunda, mientras maquinaba cuáles serían los trucos que urdiría para acabar con aquel experimento democrático.
Bosch era un educador y como tal trataba de enseñar a sus connacionales el juego de la democracia. El suyo era un gobierno diferente, que no estaba dispuesto a seguir corriendo las bases sin un adecuado plan estratégico de acción. Todos los frentes se le abrieron apenas días después de su juramentación, aunque ya el frente básico, empresarios poderosos en contubernio con determinados medios de comunicación y periodistas a sueldo, estaba conformado desde el mismo 20 de diciembre de 1962. La izquierda presionaba creyendo que Bosch constituía un paso en falso para construir la revolución, aun cuando Manolo Tavárez Justo y un potente sector dentro del Movimiento 14 de Junio, lo respaldaban abiertamente. La derecha instaba a Bosch a declararse anticomunista. En el propio PRD comenzaron a manifestarse algunas contradicciones, cuando Bosch ordenó convertir los locales del partido en centros educativos. Viriato Fiallo, Juan Isidro Jimenes Grullón y Miguel Ángel Ramírez Alcántara se asociaron para denunciar la penetración comunista en el gobierno de Bosch, mientras Rafael Bonilla Aybar, desde Santo Domingo, y Rafael Rivas Jerez, desde Santiago, cumplían roles ominosos en la lucha contra el gobierno perredeísta.
De manera casi imperceptible en un principio, apenas dos semanas después del ascenso de Bosch, quedaba constituida la Acción Dominicana Independiente (ADI), donde cívicos y neotrujillistas crearon la plataforma para el golpe de estado del 25 de septiembre, a través de las “manifestaciones de reafirmación cristiana” y el auspicio del ruidoso programa meridiano de Bonilla Aybar, El periódico del aire. Aunque el PRD era dueño de una poderosa Hermandad de Campesinos y de una vigorosa Juventud Revolucionaria (JRD), Bosch no supo -o no quiso- hacer un uso adecuado de estos núcleos para defender su gobierno. Dirigido a lo interno por su secretario general Ángel Miolán, el PRD había tenido que confrontar posiciones de divergencia en su seno frente al interés marcado de Bosch de que se abandonase la lucha partidaria para que todos sus seguidores se integraran de lleno en las tareas de gobierno, acción que, a la postre, no resultó favorable a su permanencia en el poder. De frente, Bosch tenía también a dos organizaciones que recibían especial ayuda económica de empresarios opuestos al régimen: la Federación Nacional de Empleados Públicos (FENEPIA) y la Federación Nacional de Maestros (FENAMA), cuyos principales dirigentes se paseaban por el país enarbolando consignas contra Bosch y su gobierno, y reclamando reivindicaciones a granel. Como Láutico García, estas dos entidades pusieron la semilla inicial del golpe contra Bosch siete meses más tarde.
En homenaje y recuerdo de Carolina Bosch García, primera hija de Juan Bosch, fallecida el pasado lunes 25 de septiembre a los 85 años de edad, justo en el 60º aniversario del derrocamiento de su padre.
(Continuará)
- ¿Cómo fue el gobierno de Juan Bosch?
Félix Jiménez, Alfa & Omega, 1988, 445 págs. Reúne documentos, programas y acciones relevantes del gobierno de Bosch, a más de una entrevista con el autor.
- Juan Bosch, el comienzo de la historia
Víctor Grimaldi, Alfa & Omega, 1990, 110 págs. Los primeros pasos de Bosch como gobernante. Incluye los textos oficiales de las entrevistas de Bosch con los presidentes Kennedy y Johnson.
- Una cámara testigo de la historia
Bernard Diederich, Funglode/FCD, 2003, 261 págs. El recorrido dominicano de un cronista extranjero 1951-1966. Impactantes fotografías y formidables crónicas antes y después del golpe de 1963.
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