Moriremos igual que los cosmonautas

La nueva narrativa latinoamericana y su influencia en la literatura contemporánea

El peso de vivir en la tierra, del escritor mexicano David Toscana, fue la obra ganadora en la V Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. (UDG)

Mario Vargas Llosa decía, hace algunas semanas, que en Latinoamérica estaban surgiendo novelistas con nuevas formas de narrar. No lo cito textualmente, pero creo recordar que dijo que esos nuevos narradores ofertaban un decir diferente, con modos diversos de asumir la escritura creativa, distantes de lo habitual.

De hecho, creemos nosotros, esta nueva narrativa latinoamericana viene cocinándose desde hace rato, y Vargas Llosa  probablemente se estaba refiriendo al fenómeno novelístico que se incuba en el continente con los nombres, y son más, de Juan Gabriel Vásquez, Santiago Gamboa, Santiago Roncagliolo, Piedad Bonnett,  Daniel Alarcón, Andrés Neuman, Daniel Samper Pizano. República Dominicana debe estar en ese globo con los nombres de Junot Díaz, Rita Indiana, Rey Andújar, Pedro Antonio Valdez y Máximo Vega. Búsqueda de una nueva expresión novelística que distancie la narrativa latinoamericana de esquemas consabidos. Son los forjadores de la nueva novela de esta región del mundo, sin descontar que en otras partes de la geografía global ese “fenómeno” viene manifestándose con mucha fuerza desde hace años.

En ese grupo de escritores hispanoamericanos se destaca el mexicano David Toscana, quien se dio a conocer en 1995 con “Estación Tula” y ha continuado una trayectoria ascendente, que acaba de llegar a su pico más alto con El peso de vivir en la tierra,  libro ganador de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, en su quinta edición, venciendo  a colegas suyos de gran talla, como Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonnett, Brenda Navarro y Juan Tallón, que quedaron como finalistas.

La novela de Toscana es una de esas piezas maestras que van a caballo entre la investigación a profundidad de la novela como género y de una geografía en específico, y la imaginación deslumbrante que se sumerge en un cuadro creativo de universal conocimiento -como la literatura rusa-  para delinear un curso multívoco que encauza decir narrativo tan singular. David Toscana coloca sobre la mesa la gran literatura rusa, sus grandes exponentes, sus obras más señeras, y con ellas construye su relato -en verdad, una suma de relatos concatenados- donde habrá de convivir el horror con la belleza, la imaginación con la realidad, la soledad con la multitud, la fiesta con los vacíos.

Partiendo de la muerte de tres cosmonautas soviéticos, al llegar a tierra, después de veintitrés días en la nave espacial Sályut, el novelista levanta una historia singularísima donde se imbrica el norte mexicano con la Rusia literaria y política, en un tejido que habrá de implicar no sólo la astucia narrativa del autor sino también la pasión y manejo magistral de los dichos y hechos de los escritores rusos, de Gogol a Bulgákov, de Dostoyievski a Mayakovski, de Gorki a Pasternak, de Tólstoi a Solchenitzin. Todas las tramas de esta novela están sostenidas, amparadas, por la bibliografía activa de la novela rusa. Los textos de esa larga tradición literaria, el anecdotario, seguramente desconocido para la mayoría de los lectores, de los grandes escritores de esa nación, y el horror que siempre acompañó el ejercicio literario en la época de los zares y en la etapa soviética -prisiones, acosos, censuras y asesinatos- se describe en esta novela de Toscana con una fortaleza narrativa incomparable, donde el humor, la ironía y la realidad viva de la Historia, así con mayúsculas, se sumerge en la ficción como parte inseparable de su cuadro de azares.

La imbricación México-Rusia, tan admirablemente integrada a la narración como parte de su tejido propio,  marcan una delimitación de márgenes donde se interroga desde un parangón inusitado el camino de uno y otro pueblo, con vital sentido del humor y la ironía políticas (“Le costaba mantener la fantasía de estar en la Lubianka porque en vez de un gran retrato de Stalin, el muro exhibía uno de Luis Echeverría”).

La reconstrucción de la novelística rusa, desde las voces de sus personajes pero también desde el armazón personal de sus autores, identifica el cuadro general de esta narración donde el protagonista de la trama, Nicolás, devenido en Nikolái, desde su trance diario embiste una realidad indómita que traza los episodios de un devenir tortuoso y, a su vez, regocijante. Los personajes de la novela son los mismos de la novela clásica rusa. Sus dramas, sus angustias. La novela de Toscana tiene una base profunda en la desconsideración de la libertad humana y en la funesta aplicación de la censura literaria en países totalitarios, pero el novelista describe ese panorama desde ángulos de fiesta y parranda, donde una nave espacial se trastoca en bar de vodka y representación alucinada de la realidad. 

Narrador omnisciente, dueño absoluto de su emporio narrativo; novela monumental, en el acopio de voces y dramas, como la propia literatura rusa; magistral en el ensamblado y en los cierres de cada capítulo, de cada trazo de la historia que refiere, tan poblada y nutrida que parece como si condujera al lector por la escabrosidad de aconteceres reales que convocan a la reflexión y al saber, al recordatorio de tiempos tenebrosos y a la libertad de vivir.

Hay un interés alucinante del autor por mostrar el espíritu de acoso contra los escritores, esa tradición sojuzgadora que corrió pareja en la Rusia de los zares y en la Rusia soviética, esta última continuadora de las formas de persecución y exterminio del sistema anterior. Todo esto convierte esta novela en un momento único en la novelística latinoamericana, tomando en cuenta que fue tema de escritores rusos, ucranianos o de otras partes de esa zona del mundo (en cuanto al horror), pero que no había sido abordado, ni mucho menos en esta forma y estilo, en la novela de nuestra región.

La novela de Toscana es la reconstrucción de una historia literaria; la persecución de un mito en las, a veces, lozanas, otras tantas, incruentas, maneras de sortear la existencia de sus personajes; y la crítica, inusual en la novelística latinoamericana, a una forma de acción política y de régimen de gobierno que violenta los derechos humanos y, en especial, la libertad de pensamiento y de vida de los escritores. Esa realidad tal vez ha desaparecido ya -aunque sigue vigente y en ascenso en otras geografías- pero el libre laboreo de la memoria, de la imaginación y de la descripción de las vicisitudes y dramas de aquellos colosos de la novela rusa, como  también de la poesía y el teatro  que son partes esenciales de este libro, convierten la narración de Toscana en un excepcional escenario donde aquel pasado literario y humano, de desolación y ruindad, encuentra escapatoria en un futuro de promesas.

Al extraer la historia que narra, junto a sus personajes, de la literatura rusa, el novelista construye una novela ejemplarísima, en el mejor de los conceptos, instigadora, hermosa, emancipadora, precisando realidades duras y belleza, al mismo tiempo. Una de las mejores novelas de los tiempos que corren, la de Toscana, a mi juicio, constituye un gran homenaje a Anton Chéjov y, a su vez, una severa diatriba contra Máximo Gorki.  Vargas Llosa ha advertido sobre la novela que se va gestando en Latinoamérica y esa nueva forma de narrar de sus constructores. La de Toscana es, seguramente, la mejor expresión de esa nueva narrativa. No por otra cosa, este autor es el mejor novelista actual de México.

Sacudidora, estremecedora, encantadora, original, genial. Desde el preludio, que es de por sí un relato perfecto.  A mí me ha dejado esta novela de una sola pieza. (“Cuando comenzamos te dije que moriríamos igual que cosmonautas, que no soportaríamos el peso de vivir en la tierra…Aún nos queda mucho por recorrer…Nos falta la guerra, la miseria, el hambre, los trabajos forzados, los fríos extremos, desastres naturales, la soledad, la vejez, la invalidez, la ceguera, la distancia, la desesperanza, el manicomio, el llanto, la muerte… La vida es lo único infinito que tiene final”).

El jurado que premió esta novela de David Toscana, en la V Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, fallada en Guadalajara, México, a fines de mayo pasado, estuvo presidida por la poeta dominicana Soledad Álvarez, y formado además por el colombiano Juan Gabriel Vásquez, quien ganara la edición de 2022  con  “Volver la vista atrás”, la filóloga alemana Michi Strausfeld, la periodista y escritora mexicana Alma Guillermoprieto, la poeta y narradora peruana  Giovanna Pollarolo y el periodista y narrador peruano Raúl Tola.

LIBROS
  • El ejército iluminado

    David Toscana, Tusquets, 2006, 233 págs. París y Monterrey. Y un ejército delirante con un atleta al mando que cruza el río Bravo pretendiendo recuperar el territorio de Texas. Premio José María Arguedas.

  • La ciudad que el diablo se llevó

    David Toscana, Candaya, 2020, 280 págs. Una novela coral sobre un país devastado por la Segunda Guerra Mundial. En las ruinas de Varsovia, cuatro personajes ambulan entre escombros, abismos y libros perdidos.

  • El peso de vivir en la tierra

    David Toscana, Candaya, 2022, 317 págs. “A cada paso había vidas alternativas, grandes historias de amor y perdición…. Los soviéticos habían bautizado cosmonautas a sus aventureros. Los gringos, menos poéticos, les llamaron astronautas”.

Escritor y gestor cultural. Escribe poesía, crónica literaria y ensayo. Le apasiona la lectura, la política, la música, el deporte y el estudio de la historia dominicana y universal.