Los trabajos de la oposición
En el país se ha formado un consenso amplio con partidos que descartan sellos ideológicos y se distancian en la ejecución de las políticas más que en las políticas mismas
De una dificultad en otra, la oposición ha logrado acuerdos a medias para enfrentar al oficialismo en las elecciones municipales del próximo año y, de paso, conformar un frente para la competencia legislativa. Se ha impuesto la convicción de que, dividida, sucumbe ante el ejército reeleccionista, con la tradicional ventaja del poder entre sus haberes. Distantes en el tiempo, pero muy cerca para montar una campaña efectiva, las elecciones generales serán la prueba definitiva y, sin embargo, se perfilan ya tres frentes, indicativo de que la apuesta oposicionista, riesgosa por demás, será por una segunda vuelta. Se decantan por la repetición de un solo registro en la historia política contemporánea.
Los trabajos de la oposición apenas comienzan, y se tornarán más complejos una vez el presidente Luis Abinader solvente las molestias de su frente interno y se lance al ruedo. Sus dos rivales dentro del PRM, Ramón Albuquerque y Guido Gómez Mazara, podrán ser magníficos expositores y estrategas de primer orden, pero no pasan de piedra minúscula en el zapato presidencial. Con o sin ellos, el PRM es la principal fuerza política nacional y el presidente Abinader, un candidato popular, veterano ya y con tasa de rechazo más baja que sus contrincantes. Más cuidado reclama lo sibilino del lado Hipólito Mejía.
Aunque tres candidatos principales, de seguro Leonel Fernández y Abel Martínez reservarán el grueso de sus ataques para el presidente Abinader: uno apoyará al otro en la eventual segunda vuelta. Si la carrera al frente de su Partido Revolucionario Dominicano (PRD) llega hasta mayo, Miguel Vargas también marchará con la oposición en el balotaje. En vez de refundirse con el PRM y devolver la unidad a los descendientes políticos de José Francisco Peña Gómez, Vargas se enfrascó desde temprano en la forja de un frente de oposición. Éxito parcial y hálito de vida a un alicaído partido blanco.
Las próximas elecciones se verificarán con una oposición y gobierno amparados en las mismas credenciales políticas; el conservadurismo arropará por igual todos los programas de gobierno. En el país se ha formado un consenso amplio con partidos que descartan sellos ideológicos y se distancian en la ejecución de las políticas más que en las políticas mismas. Clientelismo enraizado y recetas similares, solo que, con dosis diferentes, para la economía, la fiscalidad, la disminución de la desigualdad social y la diplomacia. Hasta el momento, nada nuevo sobre cómo salir del bache de la educación, crear un sistema sanitario confiable, aumentar la productividad y, lo que debería ser la verdadera meta nacional: cómo dejar atrás el estatus de país de renta media. Será esta la tarea grande de la oposición. Cómo diferenciarse, cómo presentar una alternativa creíble de gobierno y cómo aprovechar los yerros que han separado a Abinader de su base de apoyo del 2020.
La honestidad como arma electoral, empuñada ya por Abinader, dobla como bumerán. La lucha contra la corrupción tiene más víctimas en el otro lado del oficialismo. Empero, el Congreso del PRM ampara a unos cuantos legisladores a los que se les presume inocentes, pero con cuentas pendientes en la justicia. Se ha confiado al tiempo apagar escándalos de merma del presupuesto por manejos indebidos. La transparencia se estrella contra un muro de silencio cuando los periodistas piden determinadas informaciones en determinados despachos. ¿O es que ya se sabe sin espacio a duda cómo se han gastado los tantísimos millones del presupuesto de Educación desde el 2020 hasta ahora?
El mensaje anticorrupción es quizás el principal disuasivo para una entente Fernández-Martínez. Al expresidente le resulta inconveniente la cercanía del candidato del partido con casi la mitad de su último gabinete imputada por actos bochornosos. El PLD dista de un mea culpa que lo reconcilie con su núcleo sano.
Como han revelado las encuestas, el número de independientes ha crecido y su voto será crucial. Falta determinar, y de seguro que los asesores están ya en ello, qué moverá a esos centenares de miles de dominicanos carentes de bandera partidaria. Una porción resiente la prevalencia del mensaje conservador que debilita el cambio. Las tres causales es punto en mente, pero tanto o más por lo que se esconde detrás: el secuestro del cambio por el discurso tremendista. Esos postulados conservadores han restado energías al gobierno de Abinader y desviado la atención de problemas que, no por postergados, han desaparecido.
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