Comparando
La política se nutre de realidades aunque a veces cree espejismos
Cuales fuesen las razones, la decisión del presidente Joe Biden de no continuar en la contienda electoral modifica el panorama político en la mayor democracia del mundo. A juzgar por las apariencias, la senilidad se erige como barrera para ganar las elecciones y gobernar un segundo periodo.
La decisión de Biden se ha presentado como un acto de desprendimiento y de respeto a los estadounidenses. No estoy seguro de que apliquen ambas causas, pero se requiere entereza para apearse del carro del poder, y reconocer que, por exhaustas, las fuerzas y la razón no alcanzan para llegar al 2028.
La política se nutre de realidades aunque a veces cree espejismos. Los hechos son tozudos, ya dijo alguien, y el deterioro mental de Biden es evidente para quienes hemos tenido la oportunidad de eventualmente interactuar con él en sus años de vicepresidente. Lejanos ya esa lucidez y sentido del humor que lo caracterizaban y contribuyeron a su éxito político, pese a las repetidas tragedias en su vida personal. Mereció la adición de un sustantivo al idioma inglés: bidenism, sinónimo de broma o comentario ingenioso comúnmente hecho por él.
El desprendimiento en política es avis rara. La predestinación e imprescindibilidad se asumen como regalos genéticos, amparados siempre en egos hinchadísimos. El síndrome de Hibris (Hybris), esa deidad inferior de la mitología griega que representaba la falta de moderación y el comportamiento excesivo en desafío a las normas establecidas, suele atacar con pasión a los políticos.
Biden se retira porque ya no puede más. En cambio aquí, en este patio tropical, un presidente aún joven quiere blindar la Constitución para que ni él ni nadie necesiten a Némesis para disuadirlo de buscar un tercer periodo.
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