Campaña contra la mutilación genital antes de que chicas salgan de vacaciones a su país de origen
Cada cuatro segundos una menor sufre esta práctica en el mundo
“Yo tenía cinco años. Fui de vacaciones con mi familia a mi país de origen. Mi tía me dijo que íbamos a comprar al mercado. No entendía nada de lo que pasaba. Yo sufrí una mutilación genital a la edad de cinco años. Pensaba que me moría, me robaron mi inocencia. Rompamos el silencio para acabar con esta violencia”. Así lo explica Halimata Fofana, una educadora, directora y escritora francesa nacida en París, de familia senegalesa. Su historia la explica en el video de una campaña nacional en Bélgica creada por las autoridades junto con Gams, la principal organización no gubernamental que lucha contra la mutilación genital femenina.
El país no lanzaba una campaña de este tipo desde 2008. La directora de la organización, Fabienne Richard, asegura que “había una gran necesidad de hablar de este riesgo durante las vacaciones”. Sabemos que julio y agosto son meses en que muchas familias viajan a sus países de origen: a Guinea, Senegal, Yibuti (…) Aunque a veces no sean los padres los que lo apoyan, puede ser una tía o una abuela que quiera hacer está práctica. Son las personas más mayores, guardianes de la tradición… Con esta campaña queremos alertar a la vez a los padres: “es vuestra responsabilidad”, explica.
La campaña también pone el foco en la ayuda que deben ofrecer los médicos o también los maestros de la escuela primaria. Y, por supuesto, también a los progenitores. “Explicamos a los padres que estén atentos, que no dejan al niño con familiares mientras se va de compras o visitas a amigos (…) en apenas dos horas se puede practicar una mutilación a una niña”. Y su vida se rompe para siempre.
A mí me castraron como un animal
Así le ocurrió a Halimata. En su viaje a Senegal su tía la llevó a un lugar apartado en que con un cuchillo le practicaron una escisión. “Sentía que me iba a morir”, explicó a RFI. Cuando acabaron, le dijo a su tía, “se lo voy a contar a mi mamá” y su tía —asegura— sonrió. Cuando su tía la llevó de nuevo con su madre, le dijo: “Ya está, ya está hecho”. “Ahí es cuando sentí y me di cuenta de que mi madre lo sabía, en ese momento viví la traición.
La persona que más debía protegerme, mi madre, lo había consentido”, lamenta Halimata. También explica la vergüenza y el dolor que sentía. “¿Por qué? A veces nos agarramos con preguntas racionales como ¿por qué a mí? ¿Qué hice mal? Intentamos preguntarnos de forma racional algo irracional. A mí me castraron como un animal. Si lo piensas fríamente, es horrible, y te lo ha hecho y consentido tu propia madre. Te sujetas a lo que puedas, te levantas, continúas tu vida. Pero la mutilación siempre estará ahí. Y moriré con eso”.
Mutilación genital femenina, problema que no se limita a un continente ni a un color
Assita Kanko, eurodiputada del partido Nacionalista Flamenco (N-VA) es también una superviviente de mutilación genital femenina, que sufrió con cinco años en el país que nació, Burkina Faso. No obstante, insiste en que el problema es mucho mayor y ni mucho menos se centra en una sola zona geográfica. Tampoco depende de una sola clase social. “Hay mucho desconocimiento, muchas personas piensan que esto solo ocurre entre personas con bajo nivel de estudios o personas pobres. Pero esto no es real. Mi padre era profesor, con un alto nivel de estudios. Hay países en que el 75% de las mujeres sufren mutilación genital y son hijas de jueces, de políticos, de médicos”.
Halimata tardó años en hablar de lo que le ocurrió. El silencio lo invade todo. Halimata es una activista ahora que ha tenido que pasar por un largo proceso de rehabilitación física y psicológica. Muchas mujeres le explican lo que han sufrido. Le escriben a través de las redes sociales. “Cuando las mujeres se me acercan, las escucho. Me tomo el tiempo para escucharlas, para leerlas, porque sienten la soledad. Se acercan a mí porque saben que yo pasé por lo mismo. Es lo que más duele, la soledad”, cuenta.
Assita coincide en que es necesario romper el tabú y acabar con el silencio. “El mundo es grande, pero tú te sientes cada vez más pequeña y te sientes encerrada, no te puedes mover ni ir hacia adelante, por eso tenemos que escuchar a las mujeres y que su voz se escuche”, reflexiona Kanko.
"No es como cuando se te rompe el coche y lo arreglas"
La eurodiputada recuerda que fue difícil hasta que decidió tomar la palabra. Casi 20 años de silencio. La primera vez que habló fue por la radio, en que contó su testimonio de forma anónima. Tras ello, empezó a hablar, porque temía que su hermana fuera a sufrir lo mismo. Pero fue un proceso. “A los 33 años me di cuenta de que no solo había cortado mi cuerpo, también mi vida. ¿Y cómo empecé a reconstruirme? Escribí mi primer libro y así explicar mi experiencia a otras mujeres. Y aquí estoy, sigo aprendiendo”, admite.
Halimata tiene recuerdos “muy vívidos” de aquel día. Pero explica que hay mujeres que han sufrido mutilación genital incluso siendo bebés o muy pequeñas. No tienen recuerdos, y como no se habla de ello, no saben qué es lo que les ocurre. “Para mí, no hay ningún momento en que no recuerde lo que pasó, lo tengo siempre en mi cabeza. Esa es la diferencia entre aquellas mujeres que no tienen recuerdos y yo, pero el cuerpo está siempre marcado, y el cuerpo sí recuerda”.
Halimata y Assita reconocen que el cuerpo siempre se acuerda. “Muchas personas me dicen que una vez operada puedes recuperar la normalidad. No, no es tan fácil, no es como cuando se te rompe el coche y lo arreglas. Es una mujer a la que destruyen”, reflexiona Assita. “Es muy importante hablar, poner palabras al dolor. Muchas mujeres piensan que lo normal es tener dolor siempre. No, no es normal, no se puede normalizar el dolor”, argumenta Halimata.
Con poco más de 20 años, Halimata pasó por una operación de reconstrucción, pero con la operación no acaba todo. Su infancia estuvo marcada por una vida en que debía levantarse antes que sus hermanos, debía preparar la comida para el resto de la familia, encargarse de las tareas del hogar, y luego iba a la escuela. Halimata explica que la escuela la salvó, la literatura, su educación fue su vía de escape. “En el momento que las niñas empiezan a ir a la escuela, los datos confirman que baja el número de escisiones”.
Pero no solo la educación, también los hombres. “Ellos también son responsables de vigilar lo que le ocurre a su mujer, lo que puede sufrir su hija y diga basta”. Y que el Estado y los políticos tomen partido. “Yo nací y crecí en Francia, el Estado debía protegerme y debe proteger a todas las niñas pequeñas que estén en riesgo. Este es el rol de un Estado, y es lo que le pedimos, que proteja”, subraya.
"Me salvó Céline Dion"Halimata admite que ha sufrido críticas y amenazas. Después de un largo proceso, en que también “ha aprendido a perdonar”, su familia está orgullosa. Sus hermanos, que durante mucho tiempo no supieron nada de lo que había sufrido, acudieron a la presentación de su libro. “Sí, he sufrido críticas y amenazas, pero yo siempre digo que no me pueden hacer más daño que el me hicieron (…) Me hicieron daño una vez a mí, a mi cuerpo. Fue una vez. Pero no volverá nunca a pasar”.
A Halimata la salvó la literatura…y Céline Dion. Su voz, sus ojos se iluminan cuando habla de ella. “Soy su mayor fan, ella me permitió creer en un futuro mejor, escuchaba su voz y me hacía creer en que me esperaba una vida mejor. No sabía cómo ni de qué forma. Pero si sé que si no hubiese tenido en mi vida la voz de Céline Dion yo estaría muerta”, remata. Sabe que su editorial le envió su libro —en que cuenta su experiencia y cómo su música la ayudó— pero aún no la ha podido conocer. “¿Tú crees que me podrías ayudar?”, pregunta sonriente a esta periodista.
Y entre el dolor, ¿es posible perdonar? Tanto Assita como Halimata han perdonado. “Puedes perdonar para entender. Una vez escuché a Oprah Winfrey decir que perdonar a alguien es liberar a un prisionero y darte cuenta que el prisionero eras en realidad tú mismo”, asegura Kanko.
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