Tristeza, miedo, alegría... ¿Qué hay detrás de las emociones?
Las emociones tienen origen en nuestro cerebro y detrás de ellas está la percepción, que más que la realidad objetiva, es nuestra interpretación de la realidad
Las emociones son respuestas innatas que se desarrollan en el ser humano como un mecanismo de supervivencia. Y no son positivas ni negativas, simplemente son reacciones neurobiológicas, así lo explica la psicóloga y educadora Leslie Amell en una entrevista para Estilos.
“Las emociones tienen origen en nuestro cerebro y detrás de ellas está la percepción, que más que la realidad objetiva, es nuestra interpretación de la realidad lo que da paso a nuestras emociones”, agrega Amell, creadora del espacio (@aprendiendo_rd).
De su lado, según la coach personal y espiritual Stefanía Ospina Muñoz, las emociones son reacciones fisiológicas primarias, instintivas, involuntarias y no aprendidas en respuesta a un estímulo externo.
Por su parte, Laura Picharlo (@lpichardo_terapeutafamiliar), psicóloga y terapeuta familia concuerda con que las emociones son parte importante de nuestra naturaleza humana y nos acompañan a lo largo de nuestra vida. “A nivel cerebral, las emociones son respuestas neuroquímicas que surgen en el sistema límbico. Las emociones son básicas e instintivas. No existen emociones ni buenas ni malas. Ellas simplemente existen y son respuestas adaptativas que nos envían información importante sobre lo que ocurre a nuestro alrededor y cómo lo vivimos”, agrega Pichardo.
¿La alegría es la perfección?
El miedo, la tristeza, la ira, el desagrado y la alegría son emociones, y aunque existe la idea de que la perfección se obtiene solo cuando estamos alegres o sentimos bienestar, esto no es cierto y es inalcanzable. “La perfección no es estar siempre alegres, ni mostrar que todo está bien y repetir como borregos lo que se ha venido haciendo por décadas”, afirma la coach Stefanía Ospina.
“Cuando soltamos lo que 'debemos ser' y empezamos a ser lo que realmente somos entonces nos reconocemos humanamente perfectos, porque el humano es perfecto tal y como es, con sus emociones y funcionalidades, con el miedo y el amor, la ira y la paz, la tristeza y la alegría. Vivir en ello nos hace auténticos y reales, y así nace la sensación genuina de dignidad, de pertenencia, de unidad y de merecimiento”, sostiene.
Según explica la experta en una serie de publicaciones realizadas en su cuenta de Instagram (@omstefaniacoach): “No podemos negar la tristeza porque también estaríamos negando la alegría”.
Pero, ¿qué esconden las emociones?
La profesional de la salud mental Leslie Amell garantiza que las emociones en la vida adulta se expresan dependiendo de cuatro factores: cómo se vivieron las emociones en la infancia, la gestión y el manejo de éstas en los adultos cuidadores, los traumas vividos y la forma en que fuimos acompañados durante esas vivencias.
“Por ejemplo, el miedo nos permite huir del peligro. La ira nos puede ayudar a defendernos en algún momento amenazante. La tristeza muchas veces genera empatía o compasión. Es decir que, aunque una emoción parezca “negativa”, en esencia no lo es, las emociones son parte inherente de la naturaleza humana”, dice Amell. Aunque explica que sí puede ser negativa la expresión desproporcionada, descontrolada o inadecuada de dicha emoción. Es decir, cuando la emoción se adueña de la persona y no al contrario.
“Detrás de las emociones está la percepción, más que la realidad objetiva”, un ejemplo de esto es cuando nos encontramos tristes, solo estamos interpretando una realidad que no es necesariamente como nosotros la estamos viendo.
¿Cuánto dura una emoción?
La terapeuta familiar y de pareja, Laura Pichardo explica que las emociones son breves y que estas van y vienen constantemente. “Las emociones suelen experimentarse con intensidad. Cada emoción tiene una función y nos brinda un mensaje que debemos reconocer y validar”, afirma. A continuación, compartimos qué esconde cada emoción:
La ira
Detrás de la ira se esconde la sensación de hallarse amenazado de forma física a nuestra autoestima, nuestro amor propio, nuestros límites o frustración por no conseguir un determinado objetivo. También por situaciones de injusticia o mentira.
Una persona que siente ira esconde una hipersensibilidad que aflora cuando cree que se ha cometido una injusticia. Debajo de esa ira podemos, quizás, encontrar un corazón frágil y humano, una tristeza, una desilusión, una incertidumbre o una ternura que anhela ser vista, abrazada y bienvenida. Muchas veces detrás de la rabia y el malhumor existen otras emociones escondidas, como el miedo y la tristeza.
La tristeza
Detrás de la tristeza están las siguientes situaciones: el distanciamiento, la separación o la pérdida del vínculo. Cuando sentimos que nos han dejado de lado, que hemos sido olvidados o que ya no pertenecemos a un grupo. Surge también por los desengaños o el sentirnos defraudados, el perder la esperanza o la autoestima o el fracasar ante un logro importante.
Además, surge cuando la necesidad de amor y afecto no está atendida. Pero la circunstancia que más nos puede generar un profundo sentimiento de tristeza es la pérdida de un ser querido que no conseguimos afrontar ni gestionar.
También existe una tristeza que surge cuando la gente realiza gestos de amabilidad o cariño hacia nosotros: alguien nos hace un regalo o tiene un detalle con nosotros y nos sentimos tristes. Esto se debe a que la imagen que tenemos de nosotros mismos, de alguna forma piensa que no lo merecemos.
Este concepto está relacionado con una sensación de soledad y de falta de amor a nosotros mismos y aunque toda emoción protege, mas no hay que mantenerla, de lo contrario se alojará en nuestro cuerpo creando enfermedades.
La alegría
El miedo es una emoción que nos acompañará siempre. Este esconde una sensación de angustia que surge en nosotros para avisarnos de una amenaza orientada a la supervivencia, en la cual, escapar del peligro suele ser la mejor opción.
Esta emoción tiene que ver con la existencia. Siempre va a depender de nuestras experiencias. Este miedo suele ser fugaz ya que cuando ha terminado el peligro o amenaza, la emoción también lo hace.
El miedo, en su forma más básica, tiene que ver con la existencia y por ello surgen dos grandes miedos: el miedo a la vida y el miedo a la muerte.
El miedo a la vida persigue a las personas que son incapaces de afrontarlo y, para huir de él, cambian de lugar, de trabajo, de personas, etc. Por otro lado, están las personas que tienen miedo a la muerte... El miedo que tienen a sentir miedo y el miedo a la muerte se han convertido en uno solo.
El miedo esconde una sensación de inseguridad y tristeza. Cuando el miedo es recurrente es posible que el niño interior siga teniendo miedo por algo ocurrido en el pasado en su familia.
El desagrado
El desagrado o asco esconde una impresión desagradable causada por algo que nos pareció repugnante, en relación con los sentidos del gusto, el olfato, el tacto y la vista. Aunque existen dos tipos de desagrado: el desagrado adaptativo, que se refiere al asco corporal: alimentos, fluidos, sangre, arañas, etc; y el desagrado moral, que hace referencia al rechazo ante personas y grupos sociales: políticos, sistemas, religiones, etc.
Darwin, en el siglo XIX, describe el asco como una emoción para protegernos de peligros, enfermedades o contaminación. Según él, este no es más que un mecanismo de defensa.
El asco es una conducta aprendida en la infancia, o por algún trauma. Detrás de él se esconde nuestra forma de percibir el mundo. Algunas personas perciben otras ideologías como tóxicas para sí mismas. Piensan que de alguna forma pueden dañar sus creencias o su vida en general. De este tipo de asco moral se deriva, por ejemplo, el racismo y la xenofobia.
Desde la perspectiva conductual, el desagrado estaría representado por una persona antipática, que muestra asco la mayor parte del tiempo por todo y todos. Estas personas se molestan frecuentemente, sienten fastidio, incomodidad, hastío y repugnancia fácilmente.
“Conectar con nuestra vida emocional es esencial para vivir en congruencia con nuestro presente y en conexión con nosotros mismos y los demás. Todas las emociones necesitan ser reconocidas, validadas. La falta de reconocimiento y de gestión de las emociones nos enferma. Las emociones que no se les permite salir, ni expresarse, suelen buscar la vía para lograrlo y con frecuencia se evidencia a través del cuerpo”, dice Laura Pichardo.
También Stefanía Ospina afirma que no somos vulnerables, solo nos falta humanidad. Hay que reconocer y aceptar la función del ser humano. “Está bien no estar bien, está bien cambiar y está bien saber gestionar nuestras emociones en nuestro beneficio”, concluye.
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