Se avecina una desagradable guerra comercial transatlántica

Ni EEUU ni la UE están siendo razonables, ya sea con respecto al tema de los impuestos digitales, los alimentos, la gasolina o los automóviles

Donald Trump, presidente de EE.UU.

EEUU no quiere que el resto del mundo grave las ganancias monopolísticas de sus compañías tecnológicas. Los alemanes quieren seguir adelante con un sórdido acuerdo de gasoducto con Rusia. La UE protege su industria automotriz de la competencia extranjera, pero entra en pánico cuando el presidente estadounidense, Donald Trump, amenaza con hacer lo mismo con las importaciones europeas de automóviles. Éstas son algunas de las principales señales de un conflicto comercial transatlántico que se avecina rápidamente.

La semana pasada, los acontecimientos empeoraron cuando EEUU se retiró de las conversaciones multilaterales para acordar un marco global para un impuesto digital. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha estado coordinando esfuerzos para buscar un consenso global sobre cómo gravar los elevados beneficios de las compañías digitales globales. El acuerdo habría evitado un conflicto comercial. Pero la retirada de EEUU ha incrementado las posibilidades de un enfrentamiento.

El Departamento de Comercio de EEUU ya completó una investigación, en diciembre, sobre el impuesto digital de Francia, bajo la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974. Esta investigación llegó a la conclusión de que el impuesto constituye una discriminación contra las compañías tecnológicas estadounidenses. Washington ha amenazado con imponerles aranceles al queso y el champán franceses en represalia. A principios de este mes, el departamento de comercio de EEUU también lanzó otra investigación sobre los impuestos digitales que el Reino Unido, Italia y Brasil, entre otros, están considerando. La conclusión seguramente será la misma que el informe sobre los franceses.

Mientras tanto, se está desatando una disputa transatlántica paralela sobre el Nordstream 2, el oleoducto del Mar Báltico, que aún no se ha completado, que llevará gas ruso a Europa occidental. Un grupo bipartidista de senadores estadounidenses ha propuesto una legislación para ampliar las sanciones a una red más amplia de compañías, bajo una ley de extraño nombre, la Ley de Aclaración de Protección de Seguridad Energética de Europa. (Intento imaginar lo que sucedería si la UE aprobara una ley para aclarar esa política estadounidense).

Para colmo, el Sr. Trump amenaza con reducir el número de tropas estadounidenses en Alemania, en protesta por la negativa de Berlín a aumentar el gasto de defensa a los objetivos previamente acordados de la OTAN. Y luego está la amenaza siempre presente de las tarifas automotrices estadounidenses. Todo esto llegará a un punto crítico en los próximos meses.

Los europeos suelen asociar el deterioro de la relación bilateral entre EEUU y la UE con el Sr. Trump personalmente. Pero cualesquiera que sean los aranceles, impuestos o sanciones que el Sr. Trump le imponga a Europa, es probable que la mayoría sobreviva incluso aunque no sea reelegido. Y, si permanece en la Casa Blanca, es razonable esperar que la relación se deteriore aún más. Así que, pase lo que pase, persistirá el daño a la alianza transatlántica.

Si la pandemia hubiera sido una crisis global verdaderamente simétrica, la historia del deterioro de las relaciones comerciales podría haber tomado otro rumbo. Los países habrían tenido un mayor incentivo para alinear sus políticas. Pero EEUU podría salir de la depresión más rápidamente que la UE, tal como sucedió después de la crisis financiera mundial. A pesar de un mayor número de casos y muertes relacionadas con el coronavirus, tiene una economía más sólida y es menos dependiente de las cadenas de suministro mundiales que Europa.

Creo que los países de la UE tienen razón en seguir adelante con un impuesto digital. La economía digital es uno de los pocos sectores que ha tenido un buen desempeño durante la pandemia. No hay ninguna razón por la cual este rentable sector no deba pagar lo que le corresponda.

La evasión fiscal por parte de las grandes compañías también se ha convertido en un gran problema político en Francia, Alemania y el Reino Unido. Emmanuel Macron pondría en peligro sus posibilidades de seguir siendo presidente en 2022 si cediera al interés de los gigantes tecnológicos estadounidenses. Londres también está planeando un impuesto digital, otro obstáculo para un acuerdo comercial entre el Reino Unido y EEUU. Robert Lighthizer, el representante comercial estadounidense, dijo la semana pasada que EEUU no aceptaría un acuerdo con el Reino Unido sin acceso al mercado para los productos estadounidenses. Esto representa otro impedimento para un acuerdo comercial, como el infame pollo clorado (el proceso ha sido prohibido en la UE por 22 años, pero en EEUU es una práctica común que los cuerpos de las aves de corral se laven con enjuagues antimicrobianos para eliminar las bacterias dañinas). Pero la posición de EEUU sobre el impuesto digital no es razonable.

Soy más comprensivo en el caso de los automóviles. La UE discrimina a los importadores mediante un arancel del 10 por ciento e imponiendo normas que protegen la industria nacional. Creo que EEUU también tiene razón al criticar la dependencia de Europa del gas ruso y el impacto del Nordstream 2 en los países de Europa del Este.

Mi consejo para la UE es que deben escoger la batalla apropiada — la del impuesto digital — y ceder en las otras. Pero eso sería un triunfo de la esperanza sobre la experiencia. Alemania no muestra señales de ceder en el tema del Nordstream 2; Francia no aceptará la eliminación de las tarifas a los automóviles; y EEUU se ha retirado de las conversaciones para lograr un régimen fiscal global justo para los servicios digitales.

Todos están siendo irracionales. Así que éste será un conflicto que persistirá. Henry Kissinger hizo una famosa broma sobre la guerra entre Irak e Irán: “Es una pena que ambos no puedan perder”. Yo siento lo mismo en este caso.

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