Octubre y sus leyendas

Octubre es un mes especial para el fútbol. Ayer conmemorábamos el nacimiento de Pelé, el próximo lunes haremos lo propio con el de Maradona. Dos nombres que, juntos o de manera separada, son los responsables de que este deporte sea el más popular del mundo, tanto en su práctica como en el seguimiento que se le da; solo basta ver la legión de miles de millones de seguidores que lo viven con una pasión que no conoce límites.

Parte de las conversaciones que surgen en medio de este complejo presente que vive la humanidad se desarrollan en torno a las comparaciones de quién fue mejor, les confieso que las detesto, me cansan, intento no entrar en ellas, y si no tengo otra alternativa, prefiero que mi interlocutor quede satisfecho afirmando que Maradona fue mejor que Pelé o viceversa.

Ahora bien, las comparaciones en los deportes son necesarias, la data que generan permite analizar a profundidad rendimientos en diferentes contextos de la vida de un atleta, de equipos, y hasta de ligas. Hoy día resulta sencillo navegar por valiosas plataformas que nos ayudan a ilustrar en base a estadísticas el rendimiento individual y colectivo en cualquier disciplina, es el alimento principal del profesional que en todas partes del mundo vive para mejorar la experiencia de entretenimiento que le llega al fanático, tampoco nos perdamos en eso.

Más allá del número implacable de la estadística, el deporte genera una emoción imposible de cuantificar. Para mi viejo y toda su generación, el Pelé de Brasil y del Santos fue el ídolo que los acompañó en toda su juventud. Sus relatos sobre esa selección irrepetible campeona del mundo en México 1970 los atesoro como parte de esos diálogos inolvidables que he tenido con él.

Otros tantísimos coinciden en que Maradona ha sido el talento más privilegiado visto jamás sobre una cancha de fútbol. Tuve la suerte de que mi memoria deportiva haya arrancado viéndolo ganar el Scudetto con el Napoli a finales de los ochenta, y jugar con Argentina en los mundiales de Italia y Estados Unidos. Me emociona recordar el imposible pase de gol que le dio a Caniggia en aquella tarde de verano turinesa para eliminar a Brasil, o su último gol en copas del mundo ante Grecia, aquel zurdazo al ángulo en un partido lluvioso en el antiguo Foxboro de Nueva Inglaterra que todavía estoy gritando.

¿Quién fue el mejor? El mejor ha sido el fútbol, que nos permitió disfrutarlos a los dos.