El amor por el baloncesto le costó a la dominicana Esmery Martínez
La jugadora se introdujo a ese deporte gracias a su hermano
Hoy Esmery Martínez es una realidad, al punto que el próximo 10 de abril podría convertirse en la primera mujer nacida en República Dominicana en ser escogida por un equipo de la WNBA.
Pero llegar hasta ese nivel, tuvo que superar un camino cuesta arriba.
Ella lo reconoce. “Primeramente le doy las gracias a Dios, por Él es que estoy aquí de pie, me da la fuerza para seguir luchando cada día”, señala Martínez en una entrevista exclusiva, por teléfono, con Diario Libre.
En segundo lugar agradece a su familia, que la apoya. “Creo que para mí fue un sueño. Adonde yo estoy aún no me lo puedo creer, que he llegado tan lejos”.
Y agrega: “Salí de un campo, de una familia pobre y sin nada casi de ayuda. Estoy orgullosa y muy alegre”.
Años tenía la jugadora Esmery Martínez cuando llegó a vivir a la provincia Hato Mayor del Rey, de donde se considera nativa, aunque nació en Santo Domingo y es donde está declarada.
La jugadora, nativa de Hato Mayor, aunque nacida en Santo Domingo conoció el baloncesto de forma casual. Su crecimiento fue tal, que fue escogida la Jugadora Más Valiosa de la Liga Nacional de Baloncesto Femenino en 2016 y Más Valiosa también en el torneo de NBA Academy en 2017.
Fruto de este último premio, la Fundación Deportiva Minaya (FDM) colabora en su desarrollo al servir de vía para una beca deportiva en la secundaria Hamilton Heights Christian Academy en Chattanooga, Tennesseeen .
Luego va a la universidad de West Virginia y en su cuarto año juega para Arizona.
Jugar con la selección nacional dominicana este año es una posibilidad, si las condiciones se dan.
Así nació en el basket
“Soy de Hato Mayor, de pura cepa como dicen”, señala Martínez, quien llegó a esta provincia de unos “6 ó 7 años”.
Es allí donde de manera casual se introduce al juego, ella lo narra: “Fue culpa de mi hermano (Lando, menor que ella)”, quien estaba apostando, tirando de tres.
“Yo tenía como 50 pesos y dije, déjame jugar yo también, a lo loco, no sabía tirar”, pero de ahí en adelante comenzó a tirar a diario “y me fui enamorando poco a poco y así fue como comencé a progresar”.
Disputa familiar
Inclinarse por esa pasión tampoco fue cosa fácil. Y lo recuerda, ahora con sonrisa abierta. “A veces le digo eso a mi mamá, porque ella y mi tío me daban pela para que no jugara”, dice.
“Ellos odiaban eso, me iba a escondidas con mi hermano y cada vez que llegaba a la casa eran unos fuetazos duros que me daban, porque no les gustaba”.
Hoy no le dicen nada al respecto, si no “que están orgulloso de mí”.
La jugadora fue salvada por su bisabuela, que le dio la siguiente sugerencia a la madre: “Ustedes deberían dejar a esa muchacha, ustedes no saben de dónde los va a sacar con ese deporte”
En consecuencia fueron más flexibles, “me fueron dando banda y poco a poco me dejaron”.
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