La bahía de Luperón, un refugio para el turismo náutico de vela en la región
El proyecto Limestone ofrecerá servicios de alta calidad protegiendo al medio ambiente
Esta hermosa bahía se encuentra ubicada al oeste de la provincia Puerto Plata, también conocida como Bahía de Gracia o Gracias, cuando según algunos relatos el mismo Cristóbal Colón buscaría refugio en su entorno, para salvar su flota, durante una o varias tormentas.
Es considerada, a nivel mundial, como un punto importante para el turismo náutico de embarcaciones de vela en la región del Caribe.
República Dominicana se halla en la ruta de veleros entre Estados Unidos y las Antillas Menores. Según la CEPAL el país ofrece 7 instalaciones con cerca de 880 amarres para embarcaciones de recreo de cualquier tipo. Islas como St. Lucia ofrece 2 instalaciones con 293 amarres o St. Martin como 13 instalaciones con 1020 amarres.
En el caso de St. Lucia, uno de los destinos más importantes, es preferido por los turistas por la seguridad que ofrecen, además de la facilidad de navegar entre las otras islas.
La bahía de Luperón registró en el 2018 184 embarcaciones fondeadas. Mientras que la marina de Rodny Bay en St. Lucia ya reportaba en 2011 más de 6,000 embarcaciones y la de Marigot Bay más de 8,000.
La bahía de Luperón, además de su belleza natural, ofrece un refugio natural contra tormentas y huracanes. En la ruta de estos fenómenos se interpone la Cordillera Central, haciendo muy difícil que el ojo de un huracán alcance la bahía. Incluso si un fenómeno llegar a desplazarse cerca de Luperón, sus características garantizan seguridad a las embarcaciones fondeadas en su interior, donde no se registran daños a embarcaciones desde 1930.
Thomas y Linda Owens son dos norteamericanos que navegan libremente por el Caribe desde hace 35 años. Viven en su velero Ciganka, construido por el mismo Thomas y el cual ha sido su hogar desde hace más de una década.
Trabajan durante seis meses en las Bahamas, ofreciendo servicios turísticos en su embarcación para luego pasar la temporada de huracanes en la bahía de Luperón.
Para Thomas la bahía ofrece un buen refugio para ellos y su embarcación, haciendo referencia al huracán Dorian que devastó las Bahamas recientemente.
Tienen 12 años visitando el país y aunque vinieron buscando la seguridad de la bahía, dicen haberse enamorado de los dominicanos.
En el siguiente gráfico de la NOAA se puede apreciar el histórico de huracanes en su trayectoría cercana a Luperón. Ningún fenómeno, el el registro, a cruzado por la bahía con fuerza de huracán.
Liliana Betancourt Fernández y Alejandro Herrera Moreno publicaron con el Instituto Tecnológico de Santo Domingo en 2004 el libro: “Bahía de Luperón: apuntes ecológicos para la conservación de un área protegida”, donde detallan el impacto ambiental que ha recibido la bahía de Luperón por diferentes factores antrópicos, entre los que resaltan el impacto del turismo náutico.
Entre los impactos ambientales descritos en el libro se resaltan la construcción de un muelle público sobre rocas, alterando los patrones naturales de circulación del agua. También la sobre pesca, aguas residuales, dragado descontrolado, extracción de especies, deforestación y mal manejo del manglar, ya que muchas embarcaciones son amarradas a las raíces del mangle, causando daños significativos.
Ya para ese entonces identificaban un potencial gran impacto a esta área protegida, el riesgo de que se exceda su capacidad de carga. Lo que significa un máximo de visitantes que puede recibir el destino por encima del cual no se puede asegurar un desarrollo compatible con los recursos naturales.
“La estrecha relación impactos ambientales-número de embarcaciones impone que los cambios en la afluencia de veleros y sus posibles incrementos deben ser manejados dentro de ciertas normas ambientales estrictas considerando que la Bahía de Luperón es una pieza importante dentro de nuestro Sistema Nacional de Áreas Protegidas”. (Pag. 128)
Sobre la carga física en la bahía, el estudio describe los límites de ella:
Una embarcación estándar que llega a la bahía necesita un espacio físico equivalente a su eslora más la longitud de soga requerida para el anclaje, todo lo cual puede alcanzar entre 20 a 25 m. Además, con el cambio de dirección de los vientos la embarcación borneará teniendo como eje el ancla hasta completar una circunferencia completa durante el ciclo diurno de vientos, asumiendo que éstos puedan cambiar de dirección del día a la noche. En resumen, el espacio que requiere una embarcación anclada será aproximadamente una circunferencia cuyo radio es igual o ligeramente mayor que su eslora más la longitud de cuerda del ancla, lo que implica una superficie circular aproximada de unos 2,000 m², que llevado a un concepto de cuadrantes de 50 x 50 m, serían 2,500 m².
La ocupación de 3 y 4 embarcaciones/hectárea ya refleja una ocupación alta (150 embarcaciones) y muy alta (200 embarcaciones), respectivamente, aunque de baja frecuencia (5%). Sin embargo, esta situación tiene lugar en épocas de acumulación de embarcaciones durante la temporada ciclónica, donde a las que entran se suman las que han permanecido allí durante varios meses.
En tales circunstancias puede decirse que visualmente la densidad de embarcaciones es impresionante y se han llegado a contar unas 200 embarcaciones, si bien esto representa una situación extrema que posiblemente esté marcando el límite de capacidad de carga física de la bahía.
Como conclusión de este estudio destacan que desde el punto de vista de ordenamiento territorial sostenible, posiblemente una Marina puede ayudar a reducir el riesgo de que se exceda la capacidad de carga. Sobre esto último, recordemos, que una marina puede establecer sitios ordenados de dimensiones adecuadas estándares para el amarre de embarcaciones de diferentes tipos por lo que es posible reunir en un espacio relativamente pequeño un gran número de embarcaciones.
No es hasta el 2019 cuando surge un proyecto que pretende desarrollar el destino para competir con otros de la región. Limestone promete ofrecer servicios con altos estándares para el turismo náutico de recreo, en especial el de vela.
Una marina en seco con un astillero, con capacidad para cerca de 200 embarcaciones, reduciría drásticamente la carga física sobre la bahía, por lo tanto el impacto al medio ambiente, principalmente en época de huracanes.
Además, el proyecto busca consolidar con las autoridades dominicanas, la estandarización de los procedimientos de abordaje, desembarque y otros trámites burocráticos, ofreciendo también información actualizada en línea a los turistas.
Con esto, el turismo náutico recreativo en la República Dominicana daría un salto cualitativo significativo en este segmento turístico de alto consumo poco explotado en el país, que pondría a competir al destino con otros ya consolidados en la región del Caribe.
Limestone en sociedad con AventuraBoats, una fábrica de botes de recreo y turismo, apuestan al desarrollo del destino, en armonía con el medio ambiente.
Los terrenos donde se desarrolla el proyecto ocupan cerca de 18 hectáreas de las cuales el 80% se destinaran a la reforestación y creación de un parque ecológico.
La gerente del proyecto Limestone, Mónica Capellán, describe el proyecto como sostenible y sustentable, además de generar empleos directos e indirectos en Luperón.
El arquitecto naval Luc Guessard es un francés radicado en el país desde hace más de 20 años. Es el primer constructor de catamaranes para turismo en el Caribe desde el 2002 con su empresa AventuraBoats.
Ha fabricado más de 100 embarcaciones, principalmente catamaranes, los cuales ha exportado a diferentes países del Caribe.
Guessard explica que con la sinergia entre Aventuraboats y Limestone se ofrecerán los servicios de aparcadero y mantenimiento de botes de recreo, la construcción de embarcaciones más grandes, aumentando de 60 empleados actualmente a más de 120, mejorando la calidad de vida en el pueblo de Luperón.
El proyecto Limestone está por iniciar su fase de ejecución y se espera que esté listo para mediados del 2020.
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