El desarme del M-19: Treinta años de una lección no aprendida
Bogotá, 6 mar (EFE).- “Las FARC no quisieron aprender de la experiencia nuestra”. Vera Grabe, exguerrillera del M-19, lamenta la ausencia hoy de las lecciones que dejó hace 30 años el grupo insurgente en el que militó tras dejar las armas. Un histórico acuerdo que sigue siendo la utopía de una paz que no aterriza en Colombia.
A la sombra del proceso de paz con las FARC, firmado en noviembre de 2016, el país suramericano camina sobre un hilo de promesas pendientes y el rearme de unas disidencias que se comprometieron, en agosto de 2019, a refundar esa guerrilla. Dos procesos distintos que develaron los desafíos de un país que nunca ha salido de su espiral de violencia.
'Hay una actitud de que esos acuerdos había que dejarlos atrás y no hubo como la apertura de aprender, no para hacer lo mismo sino para hacerlo mejor', lamenta en una entrevista con Efe Vera Grabe, una de las principales líderes del desaparecido Movimiento 19 de Abril (M-19).
El acuerdo de paz firmado por el Gobierno colombiano y esa guerrilla mostró el 9 de marzo de 1990 la viabilidad de una solución negociada al conflicto armado y abrió un halo de esperanza en el país, aunque apenas unos días después, su líder, Carlos Pizarro, fuera asesinado.
El grupo insurgente, una guerrilla urbana, destacó por la espectacularidad de sus acciones armadas: el robo de más de 5.000 armas de un cantón militar, la toma de la embajada de República Dominicana, el robo de la espada de Simón Bolívar o el cruento asalto al Palacio de Justicia que conmocionó al país.
LECCIONES OLVIDADAS
Las lecciones olvidadas del proceso de paz con el M-19 debieron haberle servido a Colombia, asegura a Efe la congresista María José Pizarro, hija del líder asesinado del Movimiento, quien achaca al Gobierno el incumplimiento de lo pactado con las FARC.
“Lo que sí deberíamos haber aprendido, y tal vez no lo hemos hecho como sociedad, es la necesidad de proteger y de blindar los acuerdos y rechazar de manera contundente los asesinatos, como el de mi padre, como los que están viviendo hoy los desmovilizados de las FARC o los líderes sociales que están siendo asesinados”, lamenta.
Las firmas de los procesos de paz, tanto del M-19 como de las FARC, cumplen el anhelo de las dos guerrillas por abrirse paso en la política, renunciando a las armas como medio para defender sus proyectos, su ideología.
“Había un tema de formación política muy fuerte al interior del M-19 y una decisión de toda la organización de desmovilizarse pasara lo que pasara”, enfatiza Pizarro, quien ahora hace política por la izquierdista Lista de la Decencia, férrea opositora del Gobierno del presidente colombiano, Iván Duque.
Tras tres décadas de paz con el M-19, tres años de incertidumbre con las FARC y unas conversaciones fallidas con el ELN, Colombia sigue luchando contra las dinámicas de una guerra que ahora se ensaña contra sus líderes sociales y defensores de derechos humanos.
“Siempre es un riesgo estar en la guerra, es grave lo que está pasando, es muy complicado que no haya las condiciones, pero ellos se la siguen jugando”, reclama Grabe, quien dada la historia de violencia enquistada de Colombia, confiesa no creer en la 'paz absoluta'.
“Yo no creo en la paz absoluta y total, que finalmente alcanzaremos la paz, eso no es real, y en Colombia menos -afirma-. Yo creo en la paz imperfecta, en la paz que se va construyendo”.
Grabe, quien una vez desmovilizada llegó al Congreso colombiano, recuerda la clave que le permitió al M-19 deshacerse de las armas: “el 'eme' era romántico pero también realista, y pensaba en cosas viables y posibles: por eso cuando empezamos a ver que ya la guerra no era el camino, nos salimos”.
UN ACUERDO AUDAZ, CREATIVO Y PIONERO
La firma del acuerdo se realizó en una sencilla ceremonia en la Casa de Nariño, sede del Ejecutivo colombiano, y estuvo liderada por el entonces presidente, Virgilio Barco.
Por parte del M-19 y con sombrero en mano firmó Pizarro, asesinado 47 días después de haber dejado las armas cuando era candidato presidencial, y fue acompañado por Antonio Navarro Wolff, quien asumió el liderazgo de la facción política del Movimiento tras su muerte.
Como lo hicieron décadas después las FARC, el M-19 entregó las armas al Gobierno en una cancha de fútbol situada en el caserío indígena de Santo Domingo, en el sureño departamento del Cauca. Un acto que tuvo como observadores a seis delegados de la Internacional Socialista.
El acuerdo de paz fue audaz, creativo y además pionero en la América Latina contemporánea, asegura hoy Navarro, protagonista de la política colombiana actual.
'Liderados por Carlos Pizarro decidimos negociar solos y efectivamente el 9 de marzo de 1990 se firmó ese primer acuerdo de paz de la Colombia y de la América Latina contemporánea', rememora en una entrevista con Efe.
Desde su escritorio en la sede del partido Alianza Verde, del que es líder, Navarro considera que ese acuerdo 'sí fue exitoso, tan exitoso que en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente (1991) una tercera parte de la constituyente era de la Alianza Democrática del M-19”.
“Fue un momento histórico porque hicimos la Constitución que ya va a cumplir 30 años también', agrega el político al que una granada le arrancó la pierna y le afectó gravemente la laringe en un atentado sufrido en 1985, cuando aún era guerrillero.
APOYO GENERAL FRENTE A 'OPOSICIÓN SISTEMÁTICA'
Con la experiencia acumulada en la vida clandestina y en la política, Navarro, el último de los líderes del M-19, cree que el acuerdo firmado por esa guerrilla y el alcanzado entre el Gobierno y las FARC tienen diferencias y similitudes.
En su opinión, la diferencia es que el del M-19 tuvo la aceptación de todos los sectores del país pero 'en cambio con las FARC ha habido una oposición sistemática desde la época de la negociación; en el caso nuestro todo se resolvió en un indulto y una participación en política'.
Aunque la paz sigue empantanada en las regiones del país que más han sufrido los estragos del conflicto, quienes cerraron con éxito un ciclo de lucha armada hoy son optimistas frente a los desafíos de la reincorporación de los exguerrilleros de las FARC.
'Lo que sí les digo a los de las FARC es que mantengan la palabra empeñada, la gente termina premiando a quien mantiene la palabra empeñada', puntualiza Navarro, quien recuerda que para poder asistir a la fase de cierre de negociación tuvo que recorrer gran parte del país disfrazado de sacerdote.
Dos décadas alzados en armas le enseñaron al M-19, como recuerda Grabe, “que la paz encuentra muchas rutas”.
“El M-19 sentó las bases para una posterior desmovilización de las FARC -concluye Pizarro-, y ojalá se hubiese dado muchísimos años antes para que se hubiese evitado un derrame de sangre innecesario”. EFE
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