“Hoy se hacen cosas que están alejadas de la idea de la arquitectura que nace para el espíritu”
Uno de los testigos de la transformación de SD recuerda aquella etapa
Santo Domingo es una ciudad histórica, la Primada de América. Pero también histérica por su ruido y la avalancha de sus cambios. Se leen en su urbanismo las cicatrices de su historia. Hay una etapa -cuidadosamente recogida en La ciudad del hombre, título del libro con que el arquitecto Gustavo L. Moré homenajea a este arquitecto templado- que marcó el inicio de su gran expansión, allá por la década de los años 60 del siglo XX.
En su despacho, Rafael Tomás Hernández identifica en un enorme plano de la capital la huella de sus pasos profesionales. Camino de los 92 años, no puede evitar colar en la conversación los samanes del Tamboril de su infancia. En alguna ocasión ha escrito que fue muy feliz.
La vivienda social ha sido siempre su principal interés, aunque se muestre muy orgulloso del Mirador Norte, la Av. de los Reyes Católicos, la Av. 27 de Febrero… Participó en los grandes proyectos sin los que no se entiende el Santo Domingo de hoy. Fue de los fundadores del Codia, aunque se desligó del colegio tras un desagradable incidente que narra pero que prefiere no publicar.
—Su generación marcó la fisonomía de esta ciudad.
Sí, fueron un años importantes para el desarrollo urbanístico de Santo Domingo, piense que yo me gradué en el año 1955… Pasé unos años dando mi cátedra en la Universidad y he trotado mucho. También pasé por el Ayuntamiento, hasta la muerte del Trujillo. Me he topado con cosas serias… y he visto muchas otras.
—¿Cuál era la motivación principal de las obras de esos años, desde 1966?
Se tenía una concepción del urbanismo muy social. La parte social se la ponía Balaguer con su interés en la vivienda económica y en la transformación de varios puntos de la ciudad. Fue realmente sorprendente estar en ese momento y en esa posición. A veces pienso mucho en John Barlow Martin, el autor Overtaken by the Events. Esa expresión recoge realmente lo que pasó, porque nos tomaron por sorpresa tantas cosas…
—¿Por ejemplo…?
La intervención del área del antiguo Aeropuerto Andrews. La idea que hubo al principio no estaba siendo diseñada por urbanistas ni se estaban trabajando ordenazas o legislaciones, sino que era una cuestión intuitiva de un individuo inspirado, (el ex presidente Joaquín) Balaguer. De buenas a primeras un día me llama y me dice, “¿qué se puede hacer en el aeropuerto?” Ya había cosas definidas como la prolongación de la avenida Máximo Gómez para unir la parte alta de la ciudad. Eso era un proyecto, junto con todos los terrenos que había comprendidos entre la Av.Kennedy y la Av. 27 de Febrero, un millón de metros. Yo lo vi imposible casi, yo vengo de Tamboril. ¡Allí las proporciones eran otras!
—¿Había protestas cuando se planteaban intervenciones tan rotundas?
No, porque todo eso era una franja verde, no eran barrios habitados. Eso tomó de sorpresa inclusive a los ingenieros y directores de la obra pública urbana. Porque la cosa nos llegó como al revés. En esa primera reunión con Balaguer nos dijo “quiero construir unos parques grandes”. Entonces yo le dije, “usted tiene delante a un ingeniero que el parque más grande que ha visto es el Parque Independencia de aquí y el Duarte de Santiago”. Yo recuerdo que volaban mucho en helicóptero porque no había planos buenos y se tomaban fotos desde arriba. A partir de ahí era que se podía hacer algo, al ojo por ciento.
—¿Da seguimiento al crecimiento de la ciudad? ¿Cómo lo ve?
A veces me asusto, pero hace unas semanas me encontré con un colega y me enseñó un plan de la ciudad que tienen muy avanzado, con circunvalación nueva. Es un asunto muy fuerte y eso le da cierta organización a ese crecimiento. Pero en otro sentido no estoy tranquilo. Suceden una clase de cosas, aparecen una clase de personas e ideas…
—Quizá antes se tenía un sentido del urbanismo más centrado en la persona. Se preveía mejor movilidad para el peatón.
Es tremendo, esa vocación de grandeza, de hacer esas cosas que están tan alejadas de la idea de la arquitectura que nace para el espíritu. El crecimiento… yo visualizaba que podía ser, claro, pero no pensaba que fuera de esta manera. Con las alturas, te pones a pensar en los proyectos de ahora que sorprenden y eso no tiene nombre. No es fácil.
El Ensanche Luperón 1957
Matahambre 1966
Plaza La Trinitaria 1966-1967
Guachupita 1966-1967
Avenida Jiménez Moya 1967
Los Guandules Av. Francisco del Rosario Sánchez 1968
Villa Duarte 1968
Plazoleta Independencia 1975-1978
Av.27 de Febrero 1975
Honduras 1969
Loma del Chivo 1969
Villa Estela, Barahona 1970
CasioHogar
Parque de Este 1987
Av. De los Reyes Católicos 1987
Ortega y Gasset 1990
Cementerio Cristo Redentor 1992
El Cinturón Verde
Parque Mirador Norte 1992
Av. Mirador Nrte 1992
Nueva Isabela 1993
Fuente: La ciudad del Hombre. Autor Gustavo Luis Moré, Colección Banco Central. 2023.
—¿Qué sector de la ciudad le parece mejor pensada?
Creo que toda la zona del parque del Mirador Sur, con el Paseo de los Indios, la avenida Anacaona y los apartamentos del Embajador está muy lograda. Apearse de ahí, caminar y tener esa avenida para desfogarse en el Parque tan solo cruzar la calle.
—Usted ha estado entre los que dicen las cosas que hay que hacer y los ingenieros que las hacen. Esas luchas a veces son un poco complicadas.
Sí. Bueno… yo me lié muchas veces y me desenvolví. He visto muchas actitudes, mucho resentimiento a veces de personas que no estaban conformes, que veían las cosas diferentes.
—¿Durante qué años ejerció la docencia?
Yo fui profesor desde que empecé a estudiar en el año 50, hasta el 55. Pero ya era profesor siendo estudiante y estuve como once años. Al principio era como un ayudante de Guillermo González. Durante esa etapa muchos se fueron a Italia.
—¿De cuál de sus obras se siente más orgulloso?
Bueno, me siento contento de varios. El Cinturón Verde, el Parque Mirador Norte era de mucho orgullo y quedé a gusto porque el presidente Balaguer tenía mucha ilusión con la obra. Pero hubo proyectos no tan grandes que fueron muy buenos. El Hoyo de Chulín fue una revolución. Tuvimos que sacar la gente de las casas, facilitarles viviendas provisionales, construir y reubicarlas. Construir la Avenida de los Reyes Católicos también fue una experiencia buena. Se hicieron muchas obras importantes.
—¿Qué le hubiera gustado construir?
La verdad es que llegar a la edad que estoy, veo que mis hijos y la familia que tengo es el mejor proyecto. Dos de ellos trabajan aquí, en mi estudio y es una satisfacción enorme. Y esa sonrisa (señala a su hija Ana Rosa) no tiene precio.
Rafael Tomás Hernández reconoce que, a pesar de intervenir en las grandes obras capitaleñas de las últimas décadas, su gran vocación fue la vivienda social. Desde sus inicio, diseñar viviendas pequeñas pero confortables y seguras fue una de sus señas de identidad. Hablamos de la intervención en Honduras y Matahambre, las mil viviendas del Ensanche Luperón. Proyectos que trasnformaban la ciudad a la vez que la vida de familias que acedían así a una vivienda confortable. Entre 1966 y 1978 se construyeron 84,000 hogares, 7,000 al año. Pero no solo eran los planos, Con CasiHogar (estructuras de domo) y con el uso del eco cemento con papel periódico, el arquitecto iba más allá, siendo visionario en unas estructuras y materiales que hoy son reconsideradas desde puntos de vista de avanzada. Mejor no hablar de los precios de aquella época. Sí, hubo un tiempo en que se construían casas a un costo de 4,000 hasta 7,000 pesos por unidad.