Thomas Bach, el presidente con el que el olimpismo plantó cara a la pandemia
Natalia Arriaga
Madrid, 10 mar (EFE).- Todos los presidentes del COI han tenido que hacer frente durante su mandato a sucesos de gravedad: boicots, atentados, escándalos. Pero Thomas Bach, el abogado alemán que este miércoles fue reelegido en el cargo hasta 2025, pasará a la historia como el único que tuvo que tomar la decisión sin precedentes de aplazar un año la celebración de unos Juegos Olímpicos.
Con el apoyo unánime que le ha dado la asamblea para que siga en la presidencia, sus compañeros reconocen a Bach su sólido liderazgo durante la pandemia y el empeño que ha tenido, todos y cada uno de los días de los últimos meses, en que los Juegos de Tokio se inauguren el próximo mes de julio, aunque sea con un formato adaptado a las condiciones excepcionales que requiere el momento.
Bach (Wurzburgo, 1953), que anunció el pasado julio que optaría a la reelección como presidente del COI, vio cumplido de facto su deseo cuando el 1 de diciembre se cerró el plazo de admisión de candidaturas sin que nadie más se presentase.
La Carta Olímpica establece para los presidentes un primer mandato de ocho años, renovable por un segundo y último de cuatro. Bach fue elegido presidente en 2013 y lo será hasta 2025.
En su primer mandato ha tenido que rebuscar en el fondo de su carácter afable para sobrellevar sinsabores como varios sonoros casos de corrupción entre miembros y exmiembros del COI, la trama rusa de dopaje y el desinterés, cuando no el desdén, de la ciudades occidentales por organizar los Juegos. Y, para colmo, la pandemia.
Uno de los legados de la presidencia de Bach será precisamente una nueva manera de adjudicar la sede de los Juegos, que quizá dé al traste para siempre con aquellas recordadas elecciones que competían en interés con las mejores tramas de suspense. Un sistema que trajo 'graves problemas éticos por la presión de los grupos de influencia', tuvo que admitir Bach poco antes de ser reelegido.
Al encontrarse con solo dos ciudades aspirantes a los Juegos de 2024, París y Los Ángeles, Bach convenció en 2017 a los miembros del COI y a las propias aspirantes de la conveniencia de repartir entre ambas las ediciones de 2024 y 2028.
Ahora, ante la incertidumbre generada por la pandemia, el COI ya ha 'apalabrado' con la australiana Brisbane la sede de 2032, a falta del visto bueno final de la asamblea. Lo que se pierde en emoción se gana en seguridad.
Bach demuestra con estos cambios la cintura de la que ya hizo gala como esgrimista. Es el primer presidente del COI que puede presumir de ser campeón olímpico, tras colgarse el oro en florete por equipos en los Juegos de Montreal 1976.
Como buen deportista de élite, ha luchado hasta el límite de sus fuerzas para evitar la suspensión de los Juegos de Tokio, incluso cuando el calendario de competición se mostraba incapaz de arrancar ante las sucesivas oleadas del coronavirus.
Sus mensajes de ánimo, sus videoconferencias con deportistas y dirigentes y su firmeza ante los rumores de cancelación han sido el sustento moral de la familia olímpica en los largos meses de confinamiento y ausencia de torneos.
Canceladas las dudas sobre la celebración de los Juegos, a cuatro meses y medio de la inauguración las pocas incógnitas que quedan por despejar en el aspecto organizativo son la entrada de turistas extranjeros en Japón y la presencia de público en los estadios.
El futuro olímpico de la halterofilia y del boxeo, cuya federación está suspendida por el COI, es uno de los frentes que tendrá abiertos Thomas Bach durante el último cuatrienio de su mandato, así como la rehabilitación total o una nueva sanción al deporte ruso, que en Tokio participará privado de su bandera y de su himno por su ligereza en las políticas antidopaje.
Bach, un hombre culto, de trato cercano pero de ideas firmes, gran conversador en varios idiomas, entre ellos el español, es el noveno presidente del COI. Sucedió al belga Jaques Rogge (2001-2013), cuyo mandato fue posterior al del español Juan Antonio Samaranch (1980-2001).
Al primer presidente, el griego Demetrius Vikelas (1894-1896), le siguió el padre de los Juegos Olímpicos de la modernidad, el francés Pierre de Coubertin (1896-1925). Luego ocuparon el puesto el belga Henri de Baillet-Latour (1925-1942), el sueco Sigfrid Edström (1942-1952), el estadounidense Avery Brundage (1952-1972) y el irlandés Michael Morris, lord Killanin (1972-1980), antes de Samaranch, Rogge y Bach.
En lo que le queda de mandato, Bach tendrá tiempo de inaugurar los Juegos de Tokio 2020, Pekín 2022 y París 2024.
Este doctor en Derecho fue elegido miembro del COI en 1991, diez años después de dejar con la boca abierta a los asistentes al Congreso Olímpico de Baden-Baden al pedirles que terminasen con la farsa de la división entre deportistas amateurs y profesionales. Tras ingresar en el COI, en apenas cinco años ya había accedido a su Comisión Ejecutiva. Ocupó la vicepresidencia durante diez años.
Entre 2006 y 2013 fue presidente de la Confederación Alemana de Deportes Olímpicos, que dejó al ganar la presidencia del COI ante otros cinco candidatos. Su reelección ha sido más fácil: ni rival, ni tampoco críticas a la gestión de sus ocho primeros años en la cúspide. Con 93 votos a favor y uno en contra fue invitado a seguir al frente durante un nuevo ciclo, que será el último. EFE