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Ateneo Insular dedicó un encuentro literario a Rabindranath Tagore

El movimiento interiorista se reunió para estudiar parte de la obra literaria del místico hindú Rabindranath Tagore

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Ateneo Insular dedicó un encuentro literario a Rabindranath Tagore
Bruno Rosario Candelier junto a los interioristas. (FUENTE EXTERNA)

El Movimiento Interiorista del Ateneo Insular se reunió el pasado mes de junio en el Centro de Espiritualidad San Juan del Cruz, ubicado en Las Lajas, El Caimito, de La Vega para estudiar parte de la obra literaria del místico hindú Rabindranath Tagore. Don Bruno Rosario Candelier expresó que a este escritor «debemos verlo como un ejemplo para el Interiorismo».   

La «semblanza literaria de Rabindranath Tagore» la presentó Víctor Escarramán.  Consignó que «cuando el 6 de mayo de 1861 Rabindranath Thakur (Tagore) nació, en Kalikata —o Calcuta—, esta era un territorio que, como toda la nación india, estaba intervenida por el Imperio Británico que se había establecido allí por 89 años».  Explicó que «nació en el seno de la casta de los brahamanes y era el menor de los catorce hijos de la pareja formada por Sarada Rabat y Debendranath Tagore, una familia aristocrática y adinerada del linaje superior de aquella sociedad».  

Expuso que este místico «tuvo una infancia triste y solitaria debido a que su madre había fallecido en 1875». Dijo que en su adolescencia, «su padre, por ser un importante comerciante de la zona, se mantenía fuera de la casa y por esas razones durante un tiempo debió vivir bajo el cuidado de la servidumbre del palacio, un hecho que lo sumió en una honda desesperación, producto de la monotonía del palacete»: «En ese encierro, y prácticamente por su cuenta, el joven Tagore fue forjando su dimensión religiosa, a la vez que se dejaba tutelar por las incipientes irradiaciones psíquicas que lo estimulaban hacia la creación poética».  

«Con diecisiete años, Tagore ya había logrado una refinada cultura, especialmente en el conocimiento de autores de lengua inglesa, y fue cuando se entregó a realizar su frenética actividad literaria en textos que plasmó mediante artículos que enviaba a la revista de sus hermanos, en los que exponía en forma paralela su fascinación y rechazo al glamour de la sociedad inglesa. Fue en esa etapa que sus paisanos lo llamaron maharshi o 'gran sabio', apodo motivado en el largo apostolado realizado en la India y en otros países, intentando extender su visión filosófica sobre los valores orientales y occidentales».        

Luis Quezada Pérez presentó una «concepción teológica de Rabindranath Tagore». Ponderó que «Tagore, como buen místico oriental, experimentaba a Dios en el contacto gratificante con la naturaleza». Explicó que él «vivía una auténtica sintonía teocósmica: “¡Corazón mío, calla tú, que estos grandes árboles son oraciones!”». Indicó que Tagore y Gandhi «son los dos paradigmas de la India en el siglo XX: ambos son inmensos y ambos son universales. Su práctica, su predicación y su pensamiento comportan un filón inconmensurable para la humanidad».  

En su «bosquejo a la concepción filosófica y teológica de este gran pensador indio», dijo que «su divisa existencial era el servicio y la alegría». Y en ese sentido citó los siguientes versos de Tagore: “Dormía y soñaba que la vida era alegre. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví, y en el servicio encontré la alegría”». Ya en su conclusión, Quezada Pérez consignó que «Tagore es un hombre de muchas facetas: prosista, poeta, dramaturgo, artista, pintor, músico, novelista, ensayista, rebelde, filósofo, místico, teo-cósmico, pacifista, universalista, viajero, educador. Fue un inconforme permanente y en todas las facetas de su vida trascendió hasta resonar su vida a nivel de toda la humanidad». 

Miguel Ángel Durán disertó sobre «La creación poética de Rabindranath Tagore».Dedicó su ponencia al maestro Bruno Rosario Candelier, a quien considera un «Mentor que ausculta el corazón de los poetas». Planteó «la posibilidad de una "Aplicación de la Teoría Celular en la lírica de Tagore"». Explicó que «la Teoría Celular plantea que todos los seres vivos están compuestos por células, que la célula es la “unidad estructural, funcional y organizacional básica de todos los organismos”». «Planteamos, pues, que el significante del concepto “organismo” aborde, bajo esta tesitura, la poética de Tagore», dijo. E inmediatamente leyó su «Hipótesis»: «En un poema cabe toda la poesía de Tagore, circunda los bornes de una gran esfera».  

Argumentó que «los temas y categorizaciones, la estructura poética y el sentido estético, así como el enfoque humanístico más el genoma filosófico que sustenta la poética de Tagore, imprime en ella un punto de inflexión que se entrelaza con valores profundamente religiosos, filosóficos, humanísticos y esencialmente místicos, que, probablemente, fueron asimilados del ambiente familiar y geopolítico en el que se desenvolvió el poeta y también dentro del movimiento religioso al cual perteneció, Brahmo, desde donde derivan los principios fundamentales de Adi Brahmo Samaj, que considera, entre otras aseveraciones, lo siguiente: “Existe una Singularidad Infinita (ilimitada, indefinible, imperceptible, indivisible). “Aquél” cuyo Amor se manifiesta en todas partes y en todo, en el fuego y en el agua, en la planta más pequeña hasta el roble más poderoso».                  

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Dijo que «la aplicación de la Teoría Celular en la poética de Tagore, sus versos, como unidad básica estructural, están coherentemente entretejidos con variados temas fundamentales de la existencia humana: la juventud y la vejez, el amor y la muerte…»: «Y lo hace con sencillez, elegancia y belleza. Describe con nostalgia, contención y pesimismo, la indignidad humana y la entremezcla, para su abordaje creador, con su filosofía de vida, fruto de sus vivencias, de su alta sensibilidad estética, de su humanismo y el sano amor en todos sus contornos».  

Destacó que el primer verso del poema citado es un «impactante y poético verso, es una célula poética que abre los sentidos interiores». Y este es el verso: «Cuando nuestros ojos se encontraros a través del seto». Señaló que «este verso debe ser leído y entendido como una unidad estructural que integra el poema en su conjunto». Explicó que lo «ha tomado como ejemplo para tratar de demostrar su hipótesis de que “en un poema cabe toda la poética de Tagore, vale decir: su simplicidad y belleza, su sonoridad, su musicalidad y su recinto místico»: «Desde esta singularidad se desprende, a mi juicio, la creación poética de Tagore». Leamos la estrofa contenedora de aquel verso: «“Cuando nuestros ojos se encontraron a través del seto, / pensé que iba a decirle alguna cosa; pero ella se fue. / Y la palabra que yo tenía que decirle se mece día y noche, / como una barca, sobre la ola de cada hora”».  

Intervención de Bruno Rosario Candelier 

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Bruno Rosario Candelier abordó el tema: «Intuiciones místicas en Rabindranath Tagore». Explicó que «Rabindranath Tagore vivía en comunión mística con el mundo»: «Vivir la vida en comunión mística implica sentir y valorar la dimensión sagrada y divina de lo viviente, que las intuiciones, inspiraciones y revelaciones canalizan en la palabra. Las percepciones de la intuición, las inspiraciones de la conciencia y las revelaciones de la trascendencia, que captan señales, mensajes y sentidos del más allá, constituyen una manifestación de la realidad trascendente que los poetas formalizan a través de imágenes y símbolos con los que comunican el sentido de las irradiaciones estelares provenientes de los mundos sutiles. Y esa dimensión profunda, misteriosa y trascendente, forma parte del aporte intelectual, estético y espiritual de los grandes creadores de la literatura universal».  

«Aristóteles habló de la verdad poética, centrada en una intuición vivencial, que distinguió de la verdad histórica, cifrada en hechos del pasado, y explicó el sentido de la verdad filosófica, derivada de una realidad constatable, y señaló que, a pesar de su carácter subjetivo, la verdad poética es genuina, inobjetable y auténtica. En su libro Pájaros perdidos, Rabindranath Tagore publica un manojo de verdades poéticas, como estas: “Yerbecilla, tus pasos son pequeñitos, / pero bajo tus pies tienes esclava a la tierra”»Naturalmente —apuntó—, cuando la percepción de una verdad poética nace de la intuición, el creador suele darle forma estética a su percepción, de manera que además de expresar un contenido con sentido, lo hace con belleza, emoción y armonía: “El pez es mudo en el agua; la bestia, ruidosa en la tierra; el pájaro, cantor en el aire: pero el hombre tiene en sí la música del aire, el alboroto de la tierra y el silencio del mar”».  

A propósito de esa alta dotación alcanzada por el excelso poeta místico Rabindranath Tagore, Rosario Candelier exhortó a sus discípulos a practicar la contemplación: «La realidad tiene su lenguaje: la realidad material, los árboles, el cielo…. Todo tiene su lenguaje. Nosotros tenemos una sensibilidad estética y una sensibilidad espiritual, y ambas sensibilidades son clave para la creación literaria, porque a través de la sensibilidad estética percibimos las manifestaciones sensoriales de lo viviente y a través de la sensibilidad espiritual percibimos las manifestaciones supra sensoriales de lo viviente, que son tan importantes como las que se ven».  

«Las manifestaciones espirituales no se ven, se sienten. Las manifestaciones sensoriales son las que percibimos en la vista, el olfato, el gusto, el tacto… Esas son tangibles: las manifestaciones sensoriales son tangibles. Pero las manifestaciones espirituales son intangibles. ¿Y quién las recibe? Nuestro espíritu, que tiene su lenguaje, tiene sus sentidos. Tenemos sentidos corporales, y tenemos sentidos espirituales para percibir la realidad que no se ve. La contemplación es clave. De hecho, los poetas la practican, probablemente sin saber que la practican. Busquen la forma de contemplar. Lo que se necesita es sacar un espacio de privacidad, en soledad, y elegir un objeto de la naturaleza: un árbol, una flor, un pedazo del universo, un pedazo de la creación que está permanentemente delante de nosotros. Si ustedes sacan un momento para la contemplación, ustedes mismos van a comprobar que su propia creación se va a enriquecer, y también se va a enriquecer su propia vida espiritual».  

En la «sesión dedicada a la realidad social y narración», Miguelina Medina leyó su estudio a la novela Los dos soles / Libro I / La Brecha (2021), de Ingrid Gómez Natera; Rafael Peralta Romero algunos de sus llamados «cuentos enanos»; Rafael Hernández, «Hombre de fe», y expuso sobre su obra El proceso de Restauración de la República Dominicana 1861-1865 (2023), además de un breve recuento de la historia cultural y literaria de La Vega. Oscar de León Silverio, Elidenia Velásquez, Yolanda de Jesús, Carmen Estrada y Ana Valdez expusieron sus poemas.  

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