Un macuto de palabras
La fabricación del macuto viene asociada, como tantas labores artesanales, a una ristra de voces con mucha solera
La pervivencia del entorno rural es sustancial para nuestra supervivencia. En él se siembra, se cultiva y se cosecha, se ordeña y se cría todo lo que nos comemos. En él se conservan los bosques y nacen los ríos que nos proporcionan el agua, cada día más escasa, que bebemos. Cuidar el campo y a quienes lo habitan es cuidarnos a nosotros mismos. Nuestro campo y nuestros pueblos no solo nos dan de comer y de beber. Mantienen viva nuestra historia, la esencia de nuestra cultura, y con ella la riqueza de nuestra lengua.
El trabajo lexicográfico, hacer y rehacer diccionarios, me acerca al mundo rural, que se convierte para mí también en alimento de palabras extraordinarias que prueban la vitalidad del español, su resistencia y su capacidad de adaptación al medio. Las lexicógrafas del Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía tirábamos el otro día del hilo de la palabra macuto. Nos encontramos que la fabricación del macuto viene asociada, como tantas labores artesanales, a una ristra de voces con mucha solera, como los buenos vinos.
Basta consultar el Diccionario de la lengua española para rastrearlas. El macuto se fabrica con la empleita, una tira de fibra natural trenzada con guano o cana. La palabra empleita, y su variante pleita, llegan al español desde el mozárabe pléhta, y a este del latín plecta ‘entrelazamiento’, y a este a su vez del griego plekte ‘cuerda entretejida’. La palabra tomiza, una soga fina de cabuya o de guano con la que se une la empleita para formar el macuto, procede del latín thomix ‘cuerda, hilo’ y este del griego thominx. Los griegos entretejían cuerdas, nuestros campesinos y artesanos siguen entretejiendo tomizas y empleitas con las que acarrear macutos cargados de palabras hermosas y de siglos de historia de nuestra lengua.