Volver a estudiar a los 50, el reto personal y profesional de Kilia Llano
Esta multidisciplinaria artista, que sabe pintar las emociones caribeñas como nadie, rompió con su cómoda vida en la isla para estudiar dos años en Nueva York con una meta: perfeccionar su técnica y elevar la educación artística en República Dominicana
Kilia Llano no es una mujer común. Ninguna artista lo es. Y menos una mujer que a sus 51 años todavía anda encaramada en una grúa o un andamio pintando murales. Quizás no encontremos ninguna más en este país.
Y menos todavía una mujer que a esta edad decide dejar su trabajo (seguro), separarse de su familia y abnadonar el calor de su isla para perseguir un sueño: ser la mejor en su trabajo.
Esta artista visual, graduada de Chavón y Parsons, y especializada en ilustración, se ha mudado a Nueva York, donde actualmente estudia en la New York Academy of Art.
“Aunque me dediqué muchos años a la ilustración, soy artista visual, hago muchas cosas, pero sentía que necesitaba seguir estudiando, mejorando, sobre todo en el área de Bellas Artes, es decir dibujo, pintura y escultura”, cuenta Llano.
Hizo sus averiguaciones y a través de un artista dominicano supo de esta academia de arte figurativa, que tiene una alianza con la NYU (New York University), y consiguió media beca para estudiar un mes en su programa de verano.
“No solo me encantó sino que mi trabajo en un mes creció. Así que me dije: ‘si esto es en un mes no quiero saber qué va a pasar si hago la maestría de dos años”, cuenta por teléfono.
Y en su cabeza empieza a pesar la idea de aplicar.
Un sueño duro de cumplir
“Yo lo veía como algo bien lejano, porque imagínate… dejar a mis hijos, mi familia, mi casa, mi comodidad, mi trabajo, mis clientes, todo, mi vida… Literalmente dejé mi vida en Santo Domingo para irme a Nueva York, una ciudad sumamente dura y hostil en cierta forma”.
Una decisión difícil en la que muchas veces ha querido recoger y largarse. Mucho más si tenemos en cuenta que ha sido sin ayuda económica esta vez.
Lo increíble es que Kilia se había ganado la beca Fulbrigt de Estados Unidos el pasado año, pero al haber sido la aplicación en 2023 e iniciar la universidad en 2024 no pudo recibirla.
“Eso me hubiera resuelto la vida, pero la burocracia me descuadró”. Tuvo que buscar el dinero prestado entre algunos familiares y la hospitalidad de unos amigos que le han prestado su basement gratis, así se ha podido sostener este primer año.
Han sido meses duros, con seis horas diarias, o más, de clases, asignaciones y tareas, un clima o soledad que no ayudan a esta mujer del trópico y que a veces han socavado su parte psicológica en algún momento, pero ha seguido adelante.
“Los dominicanos nos quejamos de muchas cosas y, es verdad, tenemos muchos problemas que mejorar, pero también contamos con calidad de vida o calidad humana, que no la veo aquí”, cuenta sobre su experiencia neoyorquina.
Una maestría con dos objetivos
Kilia inició sus estudios en septiembre de 2023 y terminará su primera etapa en mayo de este año. El verano será para trabajar, producir y poder pagar el siguiente curso.
Le espera un año más y la tesis, la parte más importante de la maestría, que ya ha comenzado, aunque puede cambiar, y que está inspirada en el escritor francés Charles Baudelaire.
“Él hizo un ensayo llamado “El pintor de la vida moderna”, donde básicamente dice que el artista de la era moderna, y cuando hablo de modernidad hablo del impresionismo para acá, es como un flâneur, una persona que está siempre observando el mundo a su alrededor y le gusta pasar desapercibido.
Su vida se basa en observar el mundo y plasmarlo. Entonces yo comparo ese concepto del flâneur con el street artist. Y por ahí empiezo mi tesis”, explica la artista.
Sus metas después de esta maestría full time en Bellas Artes, con concentración en pintura, son dos: como muralista, perfeccionar y dominar la técnica; y como educadora elevar la calidad artística del país.
“Mi meta es regresar a mi país con un expertise que muy poca gente tiene y dirigir una alta entidad de educación artística.
En República Dominicana las opciones son pocas o no están al alcance de todo el mundo; hay mucho talento escondido que no podrá progresar y yo quiero poner mi granito de arena para ayudar a los que lo necesitan”, explica en nuestra conversación telefónica desde la ciudad de Nueva York.
No es la primera muralista del país, pero sí de las pioneras. Elsa Núñez o Ada Balcácer la anteceden. Pero de su generación de los 70, Kilia Llano es la única mujer que trabaja las paredes en República Dominicana. El arte urbano en el que se mueve está lleno de hombres, que tienden a querer trabajar solo entre ellos. Un trabajo pesado físicamente en el que tienes que demostrar que puedes hacerlo igual que ellos y para el que Kilia se prepara físicamente a base de ejercicio y así mantener su cuerpo activo.“Para llegar hasta aquí he tenido que demostrar mucho, sacrificarme mucho, vivir el rol de artista y de madre sin sacrificar ni una cosa ni la otra, demostrando siempre una ética profesional y el deseo de hacer siempre las cosas lo mejor que puedo, poniendo siempre en alto que las mujeres podemos destacarnos en cualquier carrera que nos propongamos hacer.Hoy día amo mi trabajo, me anima poder ser la inspiración de muchas niñas en RD que quieran ser muralistas y me gustaría decirles a todas ellas que sí podemos hacer TODO lo que nos propongamos en la vida, aún sea terreno típico de los hombres. Que con disciplina, trabajo y constancia sí se llega, que tienen un futuro brillante por vivir y que a pesar de lo difícil que pueda ser el camino, no dejen nunca de creer en sí mismas”.Kilia ha luchado por sus sueños y sigue haciéndolo. Mujer valiente, se enfrentó a múltiples barreras de género para poder subirse en un andamio o en una grúa 3, 4 y 7 pisos para realizar obras de arte que en sus jóvenes sueños no hubiera soñado hacer. Barreras que no le han impedido convertirse en una mujer poderosa y de influencia en el mundo del arte urbano en República Dominicana. Pero esa joven que soñaba con hacer arte monumental en las calles del mundo, contó con el apoyo de su mamá, doña Damaris, quien siempre creyó en esa niña que desde pequeñita decía que iba a ser artista.