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Registro de ofensores

La urgente necesidad de un registro de ofensores sexuales en República Dominicana

Los ofensores sexuales nunca se rehabilitan. Esa es la realidad, probada por la práctica y por estudios en diversas partes del mundo. A la larga, acaban repitiendo sus acciones, porque es una enfermedad, más fuerte que su carácter, que debe ser tratada con medicamentos y las previsiones de rigor. No son pocos los ofensores sexuales que se escudan en las religiones para combatir sus sucios deseos. Algunos consiguen ahí una cierta protección, pero la mayoría acaba saciando su instinto animal.

Lo hemos visto en los escándalos que han surgido en la Iglesia católica, que ha registrado abusos sexuales en prácticamente el mundo entero, con sedes religiosas que operaban más como un club de pedófilos o violadores que de un grupo de hombres de fe. Esa conducta no se ha limitado a los católicos, pues los protestantes también han sido señalados por lo mismo, como ese pastor Johan Castillo, que ha abusado de cinco mujeres. Los casos de violadores ocultos en las religiones han sacudido a judíos, musulmanes, indús, budistas, en fin, a todos por igual.

Igualmente, los enfermos sexuales se esconden en el magisterio, en los deportes, en los centros de entretenimiento infantil, en los hoteles y hasta en los hospitales. Es algo muy asqueroso, muy vil, muy bajo.

Me sorprende que dados los casos de abuso sexual contra menores de edad en la República Dominicana no haya surgido un registro de ofensores sexuales, como hay en otros países. Si bien esta herramienta no detiene a los ofensores, sí los persuade, pues representa un mecanismo muy útil para la comunidad y la policía, de modo que se sabe dónde están los atacantes y qué hacen. Habrá quien esgrima el argumento de los derechos civiles o la privacidad, pero soy de los que piensa que quien viola a una mujer o a un niño renunció a cualquier derecho posible.

Por eso, ya que estamos hablando de reformas, se hace urgente aprobar el Código Penal y con él un protocolo estricto de manejo de los casos de violación, que incluya una marca de por vida para los ofensores. Esa debería ser una discusión seria, tanto como la reforma fiscal.

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Periodista puertorriqueño y subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue director asociado.