El uso de la lengua, “la mona curiosa” y “doña Asunción”
La historia de “La mona curiosa” es tan curiosa como el curioso personaje que le sirve de protagonista
La historia de “La mona curiosa” es tan curiosa como el curioso personaje que le sirve de protagonista. La leí hace ya varios años en uno de los textos narrativos que conforman la rica y siempre aleccionadora literatura infantil de la hermana república de Cuba.
Por curiosa, la mona de nuestra historia era sumamente intrigante y conflictiva. Y todo por su odiosa práctica de emitir opiniones, ofrecer informaciones y formular preguntas que bordeaban el mundo íntimo de los otros animales. Preguntas e informaciones que casi siempre molestaban y desencadenaban la ira de todos los habitantes del bosque.
Al sapo, por ejemplo, un buen día le pregunta que por qué sus ojos eran tan grandes y feos; al camello que a qué se debía esa joroba que ningún otro animal poseía; con el elefante insiste en que le explique el porqué de su extraño moco y grandes patas. Y no arrepentida por la carrera que con el fin de agredirla le dieron los tres animales antes citados, molestos por los cuestionamientos, se encuentra con la jirafa, a la que sin mediar palabras, luego de secarse el sudor, le pregunta que por qué usaba piyama y a qué se debía ese pescuezo tan largo.
Repuesta de la agresiva persecución que en su contra también emprendió la jirafa, la mona, triste y cabizbaja, se sentó en una piedra a meditar. Su entrañable amiga, la chiva, al observarla en semejante estado anímico, le pregunta: “¿Qué le pasa doña mona que tan angustiada la veo?”
_ “Soy una desgraciada, nadie me quiere, todos quieren matarme…” – contestó. Y acto seguido procedió a contarle a su amiga lo que le había sucedido. Al oír el relato, la respuesta de la chiva no se hizo esperar:
“_ No, mi amiga mona, usted no es tan fatal como piensa. La fatalidad se la está creando usted misma. Respete el mundo íntimo de los demás y elimine la costumbre de hacer preguntas necias y emitir juicios que rocen ese mundo, y le aseguro que todos los animales la querrán y nadie la rechazará ni intentará nunca matarla o agredirla”
«Cosas de Doña Asunción»
Doña Asunción, concebida, al parecer, a imagen y semejanza de la mona curiosa, también tiene su historia. Una historia fantástico - realista relatada por José Luis Perales en una de sus populares canciones, “ Cosas de doña Asunción”, en la que nos cuenta cómo esta dama solía reunirse todas las tardes, a las cinco, junto al maestro, el boticario y el cura del lugar para desarrollar así placenteras jornadas de cálidas murmuraciones :
«Son las cinco de la tarde,
comienza la reunión,
la partida de canasta,
la charla de religión.
La maestra, el boticario,
el cura y doña asunción;
el café de media tarde,
y algo de conversación.
Y hablarán...
del hijo de don Ramón,
tan listo que parecía,
y se ha convertido en pastor
No sé si me engañaré,
comenta doña asunción,
pero anoche vi a fulano,
que rondaba el callejón...»
Y otra historia, referida por mí, inspirada en una doña Asunción de carne y huesos como la que a continuación me permito describir:
A pesar de poseer formación universitaria , su conducta verbal semeja la de aquellas comadres de barrios que han convertido el chisme y la intriga en sus pasatiempos favoritos.
En la institución donde trabaja o ha trabajado y, posiblemente, en el vecindario urbano donde reside, ella todo lo sabe o procura saberlo, todo lo indaga, todo lo pregunta, todo lo comenta, todo lo informa. Y cuando por alguna razón no logra conseguir la respuesta deseada, entonces se la inventa, la presume, la infiere y la comunica como si se tratara de la más incontrovertible de las verdades. No importa lo mucho que sus viperinas palabras contribuyan a empañar la imagen moral de quienes la rodean. Su lengua, mortal como el veneno de la víbora y destructora como la furia del huracán, no conoce descanso, nunca calla, nunca disfruta vacaciones, siempre está en constante movimiento: preguntando, informando, enjuiciando, opinado, murmurando y lacerando o enturbiando ajenas reputaciones. Y merced a tan intrigante y “chismográfica” actitud es muy común que de su boca emanen consideraciones del tipo:
“¿Supiste lo que le que ocurrió a Doroteo…?”
“¿Y tú no sabes que Susa es amante o se entiende con Yeyo…!”
“¡Señores!, ¿y ustedes saben la última…?
Por eso, y sin que ella siquiera se lo imagine, todos la llaman “Lengua de jabón”
El secreto para ella no existe, no es más que una ilusión o una simple palabra formada por siete letras, y la discreción, un don o cualidad carente por completo de sentido. Por eso en ella nadie confía. Por eso a ella todos le temen. Todos toman frente a ella las previsiones de lugar para no verse envuelto en las redes venenosas de su lengua ponzoñosa.
Ella, vale reiterarlo, es un ser con existencia real, no un personaje fantástico de esos a que nos tuvo acostumbrado García Márquez con sus geniales narraciones. Un ser con nombre propio, oculto esta vez, por razones éticas, tras el nombre imaginario de doña Asunción.
Cada vecindario, centro de trabajo y grupo social cuenta con su doña Asunción o con su mona curiosa o mono curioso. Descubrir a este tipo de espécimen humano siempre será importante como una forma de bloquear o reducir los dañinos efectos de sus nocivas o letales conductas lingüísticas.
El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura. Reside en Santiago de los Caballeros.