Huella de Hostos en Chile
Eugenio María de Hostos dejó su marca impresa en Chile
En agosto de 2003, el rector de la Universidad de Chile, el economista Luis A. Riveros, ofreció una conferencia magistral en la sede central de la entidad conocida como la Casa de Bello –en honor al humanista venezolano Andrés Bello, su rector fundador en 1843/65-, dedicada a perfilar la impronta trascendental en Chile de Eugenio María de Hostos como educador y político. Junto a Santo Domingo, donde Hostos dedicó 13 años de su existencia fecunda a sembrar civilización en 3 estancias –guardiana testamentaria de sus restos-, la nación del Cono Sur fue la otra que con mayor ahínco acogió y encumbró su obra bienhechora en la educación pública.
Ahora que nuestro país hace balance y centra su atención en la calidad de la educación preuniversitaria, en especial la regenteada por el Estado tras la administración por parte del Minerd de un generoso 4% del PIB, conviene reseñar la experiencia hostosiana en Chile pincelada por el rector Luis A. Riveros.
Al arribar Hostos por vez primera en 1872, Chile se proyectaba como un líder regional en materia económica con el desarrollo de la minería del cobre, la ampliación del sufragio, la alfabetización y la escolaridad, así como la existencia de una dinámica opinión pública que debatía sobre el matrimonio civil, la libertad de culto y de enseñanza y la conformación del Estado Docente. El pedagogo puertorriqueño, siempre en perspectiva innovadora, apuntaló entonces el derecho de la mujer a una educación superior. Pero sería en 1889, tras agotar su etapa más fecunda en República Dominicana y durante su segunda residencia chilena, cuando Hostos emprendería su influyente tarea en el campo de la enseñanza y la formulación de la política educacional.
En los 80 del siglo XIX, nos refiere Riveros, Chile impulsaba una reforma educacional con nuevos enfoques basados en el sistema concéntrico concebido por el pedagogo alemán Herbart. Consistente en la consolidación progresiva de los campos de conocimiento mediante un plan de estudios que auspicie el uso del método inductivo-deductivo por parte del educando. “Eugenio María de Hostos, discurre sobre las bases psicológicas, sociales, morales y pedagógicas sobre las cuales debe estructurarse la educación nacional, y muy en especial la educación secundaria, y asimismo sobre la tarea que deberían asumir los profesores secundarios en la transformación del país.”
Ya Chile contaba con “instituciones como la Sociedad Nacional de Minería, la de Agricultura, la de Fomento Fabril, la Médica y la Asociación de Artistas”, lo cual, al decir de Hostos, lo calificaban no sólo como un estado de derecho sino un “estado de cultura” que requería de entes educativos para transmitir la verdad y el conocimiento. Conforme su lema: “verdad para el entendimiento, belleza para el sentimiento, salud para los órganos”. Jugando la enseñanza secundaria un rol cardinal articulador.
En 1860 el presidente Manuel Montt había consagrado el principio de la enseñanza primaria gratuita. Hostos iba más lejos y veía en la secundaria la “dispensadora de la verdad científica” y facilitadora por excelencia del ascenso social de la “muchedumbre inclasificada”, para su conversión en factor “jurídico e industrial”. Una educación para formar ciudadanos bajo responsabilidad del Estado. Factor clave para provocar el cambio cultural y el progreso social y económico, imprescindible a la transformación de América y su liberación mental.
En este sentido, los profesores estarían llamados a jugar un papel esencial centrando sus esfuerzos en el dominio del método, bajo la premisa de “educar el entendimiento”, estimulando por esta vía el ejercicio de la actividad intelectual entre los alumnos. El maestro deviene así en “educador de la conciencia infantil y juvenil” y la escuela en “fundamento de moral”. La educación, en tarea fundamental del Estado (entendido como sociedad políticamente organizada que comporta lo que llamamos sociedad civil) para mantener la ley y el orden, al reforzar en los ciudadanos valores que unifican la sociedad.
La función integradora del Estado habilita al ciudadano a participar en la vida pública y a ejercer sus obligaciones democráticas, alentando el progreso social y económico, conforme la perspectiva hostosiana.
En abril de 1888 Hostos fue nombrado rector del Liceo de Chillán, a fin de incorporar el enfoque concéntrico evolutivo de la enseñanza. En mayo de 1890 el presidente Balmaceda creó en Santiago el Liceo Miguel Luis Amunátegui y nombró, en mérito a su gestión, al educador puertorriqueño como su primer rector, ampliando así su radio de acción e influencia en el sistema educativo y la formación de la élite del país. Hostos, además de la rectoría, impartirá clases de Castellano e Historia y Geografía en el plantel y asumirá la cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Leyes de la U.de Chile, participando en la conformación de la cátedra de Sociología.
El Liceo Amunátegui formó parte de la creación de otros planteles similares y de la ejecución del Plan de Enseñanza Concéntrica aprobado en enero de 1889, impulsado por pedagogos alemanes contratados por el gobierno y Hostos. Con el propósito de revolucionar el sistema educativo, en particular la enseñanza media y superior, niveles que figuraban entonces como complementarios a la educación primaria. Contaba con tres cursos de preparatoria y un primer año de humanidades, habilitando al final al educando a continuar la enseñanza técnica en las Escuelas de Artes y Oficios, de Minería práctica o de Agricultura.
Hostos encontró dificultades para implementar la reforma en el liceo. Los textos de estudio eran escasos y no contenían el apoyo necesario para el nuevo enfoque. Asimismo, la alta demanda y el continuo aumento del número de matriculados hacían imposible recibir a todos los alumnos que postulaban ingresar. De modo que en 1895 los cursos se formaban con 60 o 70 alumnos por aula, afectando la calidad de la labor docente.
Hostos planteó la necesidad de crear “rutas de estudios” dirigidas “hacia la vida real, hacia la industria o la Universidad”, para orientar mejor a los jóvenes a decidir su futuro. Asimismo sugirió al ministro de Educación separar la enseñanza primaria de la secundaria, al representar secciones distintas del proceso educativo. Idea que se concretaría a pesar de las reformas que han ido en el tiempo consolidando la educación básica y media como un solo cuerpo.
Producto de diferencias de enfoque y del escaso apoyo oficial recibido, las relaciones entre Hostos y las autoridades del ramo se deterioraron, culminando con la solicitud de su renuncia por parte del Consejo de Instrucción Pública, cuya aceptación se produjo en abril de 1898. El rector Riveros, en un giro de fina ironía, califica esa salida: “Nuevamente se había practicado con total descomedimiento el conocido sistema del ´pago de Chile´”.
Otra destacada labor desarrollada por Hostos en ese hospitalario país del Cono Sur que consigna en su himno la condición de “asilo contra la opresión”, se refiere a su rol en la creación y funcionamiento inicial del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, recinto en el cual fui acogido por 5 años maravillosos entre 1966/71.
Nos dice Riveros que esa idea respondía a la misma inspiración con que el presidente Montt dio nacimiento a mediados del siglo XIX a la más formidable iniciativa educacional en nuestra América. Como fue haber atacado simultáneamente el acceso a la educación primaria, la formación de profesores, el desarrollo de la educación en artes y oficios, y la conformación de una Universidad por el Estado de Chile.
La necesidad de formar profesores, como la de llevar adelante la investigación educacional que se requería para definir la política educacional apropiada a la estructura social y económica del país, tuvo su expresión en este proyecto. Desarrollado al amparo de la Universidad de Chile como una verdadera apuesta del Estado nacional al traer a profesores extranjeros para acelerar el proceso de maduración de la nueva institución universitaria.
Para ejecutar la reforma educativa se contrataron educadores europeos, principalmente alemanes. Los doctores Federico Johow, botánico; Alfredo Beutell, químico; Augusto Taffelmacher, matemático; Juan Steffen, historiador y geógrafo; Rodolfo Lenz, profesor de lenguas vivas; Federico Hanssen, filólogo y Jorge Enrique Schneider. Junto a los chilenos Domingo Amunátegui y Enrique Nercasseaux, formaron el primer cuerpo docente del Instituto Pedagógico de la U.de Chile, fundado en agosto de 1889.
La contratación de Hostos en ese mismo período como rector del Liceo de Chillán y su posterior traslado al Liceo Miguel Luis Amunátegui, dan cuenta del interés del gobierno en esta reforma y la consideración sobre la figura de Eugenio María de Hostos como educador. Así lo señala la historia. Efectivamente, el 16 de noviembre de 1894, en Santiago, en el Salón de Honor de la Bolsa Comercial, se inauguró el Centro de Profesores de Educación Secundaria, instancia que Hostos dirigirá al año siguiente (1895) por su destacada labor docente y sus numerosas publicaciones sobre pedagogía.
Este centro tuvo como objeto fomentar el estudio de la pedagogía, difundir los mejores métodos de enseñanza y articular a los académicos de la instrucción secundaria en el conocimiento de los nuevos métodos impulsados por la reforma. En dicha reunión participaron distinguidos académicos e intelectuales nacionales presentando ponencias para hacer un llamado a la reflexión y asumir una posición de vanguardia en la educación nacional.
El discurso de apertura estuvo a cargo Eugenio María de Hostos, quien presentó fundamentos pedagógicos que bien podrían estar dirigidos a solucionar la problemática actual de la educación chilena, nos señala certero el rector Luis A. Riveros. Las bases psicológicas, sociales, morales y pedagógicas sobre las cuales se debe estructurar la educación nacional, las plasmaba visionario el humanista errante llegado a Chile desde las Antillas, Como principal tarea a asumir por los docentes y los mandantes en la transformación de la educación del país.
Hostos iba más lejos y veía en la (educación) secundaria la “dispensadora de la verdad científica” y facilitadora por excelencia del ascenso social de la “muchedumbre inclasificada”, para su conversión en factor “jurídico e industrial”. Una educación para formar ciudadanos bajo responsabilidad del Estado.