La naturaleza humana en materia económica
La Misión económica y financiera presidida por Charles Dawes llegó al país en 1929 invitada por el presidente Horacio Vásquez
La Misión económica y financiera presidida por Charles Dawes, quien obtuvo en 1925 el premio Nobel de la Paz por su contribución al alivio de la pesada carga impuesta por los ganadores de la Primera Guerra Mundial a Alemania, arribó al país en abril de 1929. Dawes acababa de terminar su mandato como vicepresidente de los Estados Unidos.
El grupo llegó por expresa invitación del presidente Horacio Vásquez, con el propósito de “recomendar métodos de mejoras en el sistema administrativo organizacional (en lo económico y financiero), tanto nacional como municipal, para la instalación de un sistema científico de presupuesto y un método eficiente mediante el cual el gobierno pueda controlar todos sus gastos.”
El presidente sentía la necesidad de contar con recomendaciones de expertos de alto nivel, amplia experiencia y reconocimiento internacional, para poner control en el sistema público de ingresos y gastos que mostraba filtraciones por las debilidades institucionales existentes.
Ya antes, en 1915, Horacio Vásquez había publicado un manifiesto en el que sugería introducir reformas políticas y económicas, entre ellas: a) un régimen legal para asegurar la competencia, la moralidad y la responsabilidad en los funcionarios y empleados públicos, y b) la proscripción de la prodigalidad en la inversión de las rentas públicas.
Cuando arribó la Misión en 1929 no existía el Fondo Monetario Internacional, organismo creado casi 20 años más tarde, en 1944. Y no se conocían las tensiones que emergieron después en el trato con ese organismo, en pugna permanente por apretar hasta el último hoyo del cinturón las políticas restrictivas del gasto público, sin apelativos a sensibilidad social, económica o política alguna.
El grupo produjo un informe, cuya conclusión general es que “teniendo en cuenta el déficit en el presupuesto del último año, la situación económica y financiera es esencialmente estable.” Y expresó un juicio de valor: “Cada funcionario gubernamental dominicano, esforzándose por el ahorro, está trabajando por la libertad completa de su país..” Es decir, si se generan sobrantes presupuestarios es posible liberarse del yugo de la deuda externa.
En la explicación sobre sus recomendaciones se situó en el plano filosófico al decir que “la razón por la que muchas leyes de elevado propósito fallan en su ejecución, se debe a que…ignoran las leyes fundamentales de la naturaleza humana… Cuando los funcionarios no están restringidos por un sentido de responsabilidad a la autoridad superior o independiente, a menudo cederán ante la tentación de ventajas personales.”
De donde se deduce que es fundamental fortalecer el marco institucional y de controles.
El informe de la Misión fue contundente. Sugirieron la aprobación de las leyes de Presupuesto, Hacienda, Contabilidad, y de Mejoras Públicas Proyectadas. Y la derogación de leyes especiales que crean apropiaciones continuas. E identificaron fuentes de ahorros en determinadas dependencias públicas.
El gobierno le dispensó una buena acogida a esas recomendaciones. Todas las leyes recomendadas fueron aprobadas y puestas en ejecución de inmediato, pues eran coincidentes con el pensamiento y sentido de la ética del gobernante de turno.
La Misión identificó fuentes importantes de ahorro para 1929 por un monto de US$952,665. Las más destacadas provenían de las instituciones de Fomento con US$258,936; el Ejército Nacional con US$182,640; Obras Públicas con US$133,731. Eran actividades en las cuales se detectaron probables escapes o controles insuficientes en el gasto.
En el caso del Ejército la Misión llamó la atención sobre la partida de “gastos adicionales” por US$91,874 que establecen una recompensa por reclutar hombres. Y también de “Varios requerimientos del Ejército Nacional” por US$438,001 que incluyen compra de ropa, raciones..
E hizo otras recomendaciones, por ejemplo, crear la secretaria de Estado de Guerra y Marina, dirigida por un civil. Y en efecto, de inmediato se nombró a Alfredo Ricart en esa posición, quitando a Trujillo el control de los asuntos administrativos.
Todo hacía presagiar que el brigadier Trujillo sería destituido. Algunos dicen que se arrodilló ante Vásquez jurando lealtad y negando los cargos. Y que el decreto de destitución llegó a redactarse.
Pero el destino o el azar son inescrutables. Medió en la tormenta. El presidente Vásquez sintió agudizarse la enfermedad en sus riñones. El Partido Nacional empezó a mostrar divisiones internas. Estalló la Gran Depresión en octubre de 1929. En ese mismo mes Horacio tuvo que ser trasladado a Baltimore para extirparle un riñón y no pudo regresar sino hasta el 6 de enero de 1930, con muestras impactantes de debilidad en su anatomía.
Lo que prometía culminar con la destitución de Trujillo y la reorganización del ejército, se transformó en el golpe de Estado de Trujillo a Horacio. Y de ahí en adelante el enriquecimiento ilícito se profundizó y la debilidad institucional se consolidó.