El porno inspiracional usa a las personas con discapacidad
Como afirmara Stella Young en una famosa charla, la discapacidad no hace excepcional a nadie.
En un artículo reciente hablamos de cómo la inclusión de las personas con discapacidad solo puede resultar de un cambio cultural que desconstruya la visión de la discapacidad que hemos internalizado con la misma naturalidad de quien pasea por el malecón para respirar el aire marino. Claro está, también hablamos en la ocasión de políticas públicas robustas que creen las condiciones estructurales y sociales para que la inclusión se produzca.
Hoy hablaremos de una conducta que pasa por empatía y admiración y no es otra cosa que lo llamado “porno inspiracional” por Stella Young. El concepto describe con precisión esa actitud buenista que lleva a exaltar los éxitos obtenidos por personas con discapacidad, pasando por alto los sufrimientos que las barreras de todo tipo, los prejuicios, la marginación y la discriminación les ocasionan.
Stella Young (1982-2014) sabía de qué hablaba. Toda su vida la pasó en una silla de ruedas. Reconocida periodista y comediante en su Australia natal, vivió a los quince años la experiencia de ser propuesta a un premio comunitario, a lo que su familia y ella misma se negaron: no tenía merecimientos para tal distinción. No les pasó desapercibido que el motivo subyacente nada tenía que ver con méritos escolares de Stella, cuyas notas solo llegaban a buenas, sino con su condición.
Editora de la desaparecida revista Rampa Arriba, escribió en el 2012 un editorial en el que habló por primera vez de “porno inspiracional” como la cosificación de las personas con discapacidad en beneficio de quienes no tienen esta condición. La operación consiste en excepcionalizar sus logros y convertirlos en verdaderas hazañas mediante recursos discursivos y publicitarios. De hecho, y a contracorriente de lo proclamado, se transforma a estas personas en espejos invertidos: sirven para decirnos a nosotros mismos la maravillosa suerte de no ser como ellas, lo que no impide abrevar en el “ejemplo de superación” que el porno inspiracional propone.
El lenguaje es un eficiente medio de reproducción de esta peculiar cosificación de la persona con discapacidad. En una charla ofrecida con el auspicio de la organización sin fines de lucro TED, Stella Young echó mano de algunas frases tópicas para ejemplificar de qué va el porno inspiracional.
Una de estas frases es “La única discapacidad en la vida es una mala actitud”, dicha por Scott Hamilton, un patinador olímpico diagnosticado con fibrosis quística a los dos años, lo que atrofió su crecimiento. Tras calificar la frase de mentirosa, Stella Young razonó con gracia que todas las sonrisas del mundo no harán jamas aparecer una rampa para que transite una silla de ruedas, ni subtítulos en la TV para que los lea alguien con sordera, ni traducirán los libros al braille. En suma, no es una cuestión de actitud personal, sino un problema sistémico.
El porno inspiracional, que circula como moneda corriente en la sociedad, recurre a modelos icónicos, generalmente atletas, para refrendar la equivocada idea de la discapacidad como algo cuyas consecuencias pueden ser vencidas en solitario. Lo que no se dice, porque aguaría la mística inspiradora, es que el principal responsable de la modelización de estas figuras mundiales que nos conmueven hasta las lágrimas es el mercado, que con igual desparpajo que las encumbra, las desecha.
Citemos un ejemplo entre muchos. Antes de convertirse en feminicida, Oscar Pistorius, el velocista paralímpico sudafricano que llegó al cénit de la fama mundial tras competir con éxito en las Olimpíadas del 2012, fue patrocinado y convertido en epítome de la tenacidad y el triunfo sobre la fatalidad por Nike, BT, Thierry Mugler, Oakley y Ossur, esta última empresa fabricante de la prótesis de fibra de carbono que el exatleta utilizaba en las competencias. Cometido el feminicidio, pasó a ser una “mercancía defectuosa”, como lo calificara un empresario de la publicidad deportiva.
Parejamente, y como mecanismo legitimador y compensatorio, el porno inspiracional más común y cotidiano maximiza supuestas cualidades inherentes a las personas con discapacidad, cuando no a la condición misma, sin ningún aval científico. Una profesional dominicana de la Psicología decía tiempo atrás sin sonrojarse que los niños y las niñas con síndrome de Down “son los mejores cuando aprenden un oficio”, tienen “la cualidad única de poseer una hermosa sonrisa”, son alegres, inocentes y “cognitivamente no pueden distinguir entre el bien y el mal”. Poco menos que ángeles.
Como afirmara la activista en su charla, la discapacidad no hace excepcional a nadie. Nunca tendríamos que asombrarnos de que las personas con esta condición logren cosas que otros hacen. Están dando lo mejor de ellos y ellas, como cualquiera que se lo proponga. No son el antídoto contra el infortunio de los “normales”, ni estímulo frente a las aflicciones. No deberían hacernos decir, de viva voz o en silencio: “Caramba, yo que tanto me quejo y mira a este (o esta) lo que ha logrado siendo discapacitado. ¿Quién dijo que yo no puedo?”.
Es probable que leer sobre el porno inspiracional nos haga sentir incómodos, y se entiende: hemos normalizado la idea de que es meritorio y solidario mirar a las personas con discapacidad de manera compasiva, lo que incluye celebrar exageradamente sus éxitos, sobre todo si involucran alguna actividad física o intelectual, y que es inocuo conventirlas en fuente de inspiración.
Quizá sea tiempo de comenzar a pensar, como sugiere Stella Young, en que lo que sí nos hace excepcionales a todos, sin importar la condición, es “cuestionar lo que uno cree saber al respecto” de la discapacidad.
Este trabajo fue realizado por el Centro de Atención Integral para la Discapacidad CAID