Compadre Padre Juan
Hay que educar sobre todo la persona de una manera integral: cabeza, corazón, actitudes; conocer cuál es la vocación concreta de cada uno, cuáles son las cualidades que ellos tienen encerradas y que ellos ignoran.
Anduvo por esos mismos lugares que tantas veces registraron mis huellas en aquel pequeño pueblo de Moca de entonces. Su casa apenas estaba separada de la mía por 4 cuadras. Me llevaba 10 años. Salió temprano hacia el mundo. Luego yo hice lo mismo. No nos cruzamos. O quizás sí, pero mi memoria no lo retiene.
Doña Chichí, su madre, mujer encantadora y servicial, era propietaria de la tienda que se abarrotaba de padres en busca de juguetes para sus hijos en vísperas de la celebración del nacimiento de Jesús y la llegada de los Reyes.
En 1953 salió para Cuba a hacer el noviciado jesuita. Cuenta a su hermano: Cuando yo entré tuve por primera vez en mi vida una extraña sensación: que yo era libre, absolutamente libre, al haberlo dejado todo, todo, todo y no tenía nada nada para mí, sentí por primera vez en mi vida una extraña y sublime sensación de libertad.
En Ecuador, en 1957, dice: Vi un mundo que se desangra en odios, hombres que se odian unos a otros, hombres que solo piensan en sí mismos y en nadie más, que, en vez de ver un hermano o un apoyo en el prójimo, lo que ven es una amenaza…y vi que la solución de esto no estaba ni en ONU, ni en Ginebra, sino únicamente en un escuadrón de hombres que renunciando a su egoísmo se dedicara por profesión a sembrar el amor.
En otra carta afirma: Lo primerísimo es la caridad positiva… buscar ocasiones de interesarse por los demás, de alegrarles la vida (en vez de estar con la cara larga todo el día; gente que ni hace bien ni mal, zonzos), de fastidiarse por los demás, porque son ‘Cristo’, son Templos del Espíritu Santo.
En 1962 escribe desde Suiza: ¡Cuánto se sufre y cuánto se trabaja en nuestra América Latina! Yo no debo olvidar jamás entre el alto nivel de vida, con sus baños y placeres de la Europa, que América Latina, que el Cristo negro o el Cristo azteca sufre hambre, no tiene cama y está enfermo. La hora de trabajo de las tardes las debo coger con este espíritu: hacerme austero para poder compadecer y predicar a los austeros.
En 1966, desde Inglaterra, reflexiona: Es Dios quien lo hace todo: tú solo tienes que dejarte ir. Esa confianza en Dios, el entusiasmo, el optimismo, una especie de santa audacia que nos empuje a echar las redes en nombre del Señor, aunque no haya peces…es lo que jamás debemos perder.
En 1967 explica: No es que yo quiera que andemos con overoles todo el día como proletarios -si es conveniente también deberíamos andar-, pero sí creo que deberíamos ser lo suficientemente inteligentes y sinceros para crear una Compañía (Jesuita) adaptada a cada nación…
En ese mismo año sostiene: Hay que educar sobre todo la persona de una manera integral: cabeza, corazón, actitudes; conocer cuál es la vocación concreta de cada uno, de qué pie cojean psicológicamente y caracterológicamente; cuáles son las cualidades que ellos tienen encerradas y que ellos ignoran; enseñar y meter hábitos de trabajo, agresividad optimista ante los problemas y la vida; dar idealismo realista; hacerles ver que toda tarea grande en esta vida requiere mucho sacrificio y trabajo, y que si uno trabaja y se sacrifica sin amargarse se llega hasta donde uno quiera.
En 1968 aconseja, desde Berlín: Mide y quiere al hombre por lo que vale en sí. En todo hombre hay un substrato que es universal…metámosle el hombro a lo duro, a lo del pueblo, a lo auténticamente dominicano. Y si queremos una Compañía dominicana de verdad, tenemos que escoger gente con capacidad pueblerina (lo que no es sinónimo de analfabeto o pendejo).
El jesuita Arsenio de los Santos lo describe: Él quería que experimentáramos la vida del pueblo pobre. Íbamos en motor con él a comprar al mercado; nos llevaba al cine de vez en cuando; también a cenar en diferentes casas para mostrarnos que del compartir parte la evangelización. Comíamos carne solo a veces, no teníamos nevera, así que pedíamos hielo donde los vecinos, él quería que viviéramos la pobreza.
El padre Fernando Polanco relata: Dado que buscábamos fundar un centro social de la Compañía, qué cosa mejor no sería llamarla así en memoria de nuestro primer sacerdote jesuita dominicano que murió siendo jesuita y que precisamente lo social fue centro de sus inquietudes y estudios.
Dejó huellas profundas. Rosalina y Luis Emilio lo plasman con nitidez en su libro Compadre Padre Juan. Nació en 1936. Murió en 1979, a los 43 años. Su nombre, Juan Montalvo.