Orlando Jorge Mera, descubriendo nuestras raíces
La absurda muerte de Orlando nos consternó a todos
La absurda muerte de Orlando nos consternó a todos. Llorarlo salió de lo más profundo de nuestra humanidad. La política partidista cedió en sus querellas ante la pena compartida. La tregua fue natural. Las redes sociales impusieron el duelo ante el dolor compartido.
Para entender a las personas –y por supuesto– una nación, hay que entender su historia y sus raíces. En gran medida estas determinan sus preferencias, sus miedos, sus temores y aspiraciones, sobre todo su cultura.
El ajusticiamiento del tirano Rafael Trujillo levantó el país de un letargo de más de 30 años. Empezamos a despertar de una pesadilla que no sabíamos que se podía cambiar. Nos habían dibujado un mundo en blanco y negro, donde el totalitarismo era la salvación y la democracia la gran herejía. Soñar por la libertad era símbolo de excomunión y luchar por ella, desataba la inquisición.
Vino el primer ensayo democrático en febrero de 1963, en un país donde se había ajusticiado a Trujillo, pero no se había matado al trujillismo. El golpe de estado no se hizo esperar. Una clase política sedienta de mando y poder abrió las compuertas de la inconstitucionalidad. Entramos en el peligroso camino de la ausencia de institucionalidad, donde lo primero que se pierde es la libertad.
Vino abril de 1965 y el sentido de dignidad aglutinó el honor de un pueblo. Es cierto, no hay Revolución de Abril sin el ajusticiamiento del tirano Trujillo. Pero es el 24 de abril del 1965 que le da contenido político al 30 de mayo de 1961.
Es en este contexto histórico que nace una hermandad entre los padres de Orlando Jorge Mera y mis padres. Mi padre –Américo Espinal Hued– aunque de Santiago de los Caballeros había sido el primer Senador por la recién creada provincia de La Romana en el gobierno del profesor Juan Bosch. Previamente había sido juez del Tribunal de Tierras de dicha provincia, lo cual le genera un liderazgo local que le permite acceder con éxito a la política.
El Dr. Salvador Jorge Blanco y mi padre se hicieron amigos en Ciudad Nueva, en una de los múltiples encuentros de los constitucionalistas. Aunque había venido de la Unión Cívica Nacional, el Dr. Jorge Blanco, comprendió su rol histórico de inmediato. Esa amistad se profundiza y se convierte en hermandad. Es a partir del 1967 cuando empiezan a asumir riesgos y retos nacionales.
Articulados alrededor de la Asociación de Abogados de Santiago, Inc. Junto a un grupo de prestigiosos abogados del país, profundizan la lucha por las libertades públicas y el Estado de Derecho. De niño Orlando y yo acompañamos a nuestros padres a sacar presos políticos en el territorio nacional y a nuestras madres –Asela Mera de Jorge y Daysi Báez de Espinal– la acompañamos a visitar las cárceles del país por la reforma carcelaria.
Orlando ve como su padre se lanza a la política partidista en 1977 como precandidato presidencial del PRD. Es mi padre quien introduce y presenta a don Salvador en La Romana en esa precampaña. Quien mejor, que su íntimo amigo, el primer senador de esa provincia.
Durante los 4 años de la presidencia del Dr. Jorge Blanco, la humildad, el respeto y discreción de los jóvenes Dilia Leticia y Orlando fue digna, decorosa. Era lo que habíamos aprendido de nuestros padres. No sabíamos ser ni hacer otra cosa.
Al final de su mandato presidencial, la maledicencia publica se disfrazó de lucha contra la corrupción. Y tal como expresé en mi artículo “Justicia para construir, no para repetir el pasado” de enero de este año, sobre “la persecución política disfrazada de judicial… y la importancia para el sistema democrático del Debido Proceso de Ley (…) Tomó importancia a partir de la charada judicial contra el expresidente Salvador Jorge Blanco, a partir de 1986. En aquel entonces el Dr. Balaguer, desde la Presidencia de la República instauró los lunes en la noche una procesión al patíbulo para no solo destruir un expresidente, sino su obra de gobierno y su partido. La descarada persecución judicial con fines políticos del régimen contra sus opositores facilitó la corrupción e impunidad que supuestamente se quiso atacar. Logrando quitarle valor, desprestigiarla para que toda acción judicial fuera interpretada política”.
Es así, en forma abrupta, como Orlando, a partir de 1987 tiene que reunirse con el presidente Joaquín Balaguer para articular y defender derechos fundamentales de su padre.
Es así, tal y como lo vimos de nuestros padres, que se lanza a la vida pública a defender un preso político, su padre, el Dr. Salvador Jorge Blanco.
Esas son nuestras raíces.