Cibao adentro
Entre el cachimbo y la historia del campo
Mencioné en otro momento que me tropecé en Samaná con una tienda de cigarros. Quiero decir que también conozco a un señor, de más de setenta años de edad, que vive en una zona montañosa que para hacer su trabajo se “auxiliaba” de un “cachimbo”. La palabra sería interesante ver si está en el diccionario de la RAE, dado el caso de que es un término muy dominicano.
El personaje en cuestión, a quien se le pagaba para desyerbar un inmenso predio, me decía que fumaba desde que tenía uso de conciencia, algo que nos parece una exageración. Lo cierto es que el cachimbo que utilizaba estaba repleto de tabaco, de las hojas que podía conseguir en una de estas fábricas interesantes que vemos en el Cibao adentro.
Una antepasada mía, mi bisabuela paterna Ercilia Franco tenía una pequeña fábrica de puros –de nombre La India–, pero al parecer este emprendimiento no rindió los frutos esperados: sobrevivir a la crisis posterior la Segunda Guerra Mundial. Lo cierto es que el personaje del cachimbo tenía otras particularidades como llamarse Exacto por su repetido empleo de esta palabra, lo que entre los interlocutores era motivo de chiste, broma o chercha (palabra esta última que también sería bueno saber si está en la misma RAE, porque también es muy empleada por los dominicanos).
Exacto, nuestro amigo de más de setenta años, tenía la fuerza de una persona más joven. Uno se pregunta cómo pueden los hombres del campo dominicano hacer tareas tan arriesgadas, porque en cierto sentido podía caerse y tropezarse con una roca del camino. Una caída en esta edad puede ser catastrófica pero Exacto tenía la disposición, algo que no abunda en esta época, de desyerbar un predio completo, dándonos a conocer lo que era: un “echadias”, palabra que se utiliza en nuestro país para designar a estos trabajadores. Como se sabe, no es del todo cierto que estos hombres de trabajo estén protegidos por alguna seguridad social, pero a lo que voy es que su trabajo es riesgoso, algo que vemos también en otras actividades del campo dominicano.
En una finca lejana, otros hombres se dedican a la amable tarea de echar días en fincas de café. Tienen plena conciencia de que lo hacen para sobrevivir: conocen la dinámica de la industria, algo que puede servir para cualquier interesado en conocer la realidad económica y comercial.
Un reconocido político dominicano nos decía que tenía una finca de aguacates (lo decía en plena radio), y argumentaba, como hubiera hecho Warren Buffet, que era éste un negocio más rentable que muchos otros. Es cierto que algunos protestan cuando en los colmados intentan venderles los aguacates con algún desperfecto, pero lo necesario es que entendamos que así como Exacto echaba días, así cientos sino millares de personas en nuestros campos, continúan la tarea de meterse en las fincas y cortar café, por solo citar un ejemplo, algo que también hacen muchos haitianos.
Podemos hacer indicación de las innumerables haitianas que cruzan nuestras calles dominicanas en los barrios, portando en sus cabezas “poncheras” repletas de aguacates que son vendidos en las casas dominicanas. No se ha contado el número de estas haitianas, pero sociológicamente este es importante aún sean menos de mil, lo mismo que es interesante, como en el caso de los que cuidan edificios de apartamentos, saber a cuánto asciende su número y de qué punto de Haití proceden, así como sus claras versiones políticas.
Nuestro personaje era un hombre de pocas palabras y solo se animaba a responder Exacto a todo lo que se le dijera: era un hombre de trabajo, de pocas palabras y tenía como único respaldo la amabilidad y pericia de su machete.
De estos hombres que fuman con un cachimbo no es mucho lo que se ha hablado en los libros dominicanos (no son considerados personajes determinantes). Pero si ahondamos en ellos veremos que tienen historias interesantes: bucear en sus trabajosas vidas, nos develará antiguos secretos, la historia de alguna realidad que los condujo a vivir en zonas rurales cuando todos se iban a la ciudad en el marco de la emigración interna, un proceso que sí ha sido estudiado por académicos y que todavía esconde importantes secretos a ser desvelados.
Se extrañan los cigarros que preparaba mi bisabuela en una parte atrás de una tienda, o esos que se venden en los famosos cigars clubs de todo el mundo. Así como el ron dominicano se ha convertido en una marca país, el cigarro también lo es. Se han hecho buenos reportajes y documentales para explicar todo el proceso de fabricación artesanal de los cigarros, algo que de seguro no ha visto Exacto, nuestro personaje, que de seguro también puede fumarse cualquier cigarrillo en época de ocio y sosiego.
Los cachimbos dominicanos es posible que no tengan punto de comparación con otros productos semejantes de otras partes del mundo: son útiles y deben tener una explicación para que existan, como sucede con la existencia humana (el primer móvil aristotélico). Toda creación supone la existencia de un creador, algo que me gustaría decirle a Exacto, nuestro amigo, pero he perdido todo contacto con él y no conocimos a su familia ni de dónde venía como no sea saber que era de un campo de una loma de Cibao Adentro. El ejemplo que nos dio fue el del trabajo sin quejas: la aprendida lección de seguro se la dejaba también a sus hijos.
Las tiendas que uno ve ahora para venta de productos dominicanos, que tienen el carácter de boutiques, nos permiten entender cómo la economía dominicana se diversifica. Lo bonito de todo el cuento es que en Samaná hay gente que consume este tabaco y se siente que defiende una industria que tiene mucho que ofrecer en calidad al mundo entero.
Hace apenas unas semanas, escuché en un programa de radio argentino a un habitante de una ciudad más allá de Buenos Aires, que decía a los locutores que iba a acompañar la música que estos ponían con un puro dominicano. Es una muestra de la marca país que se siente en el extranjero con nuestros productos. En el caso de Exacto, nuestro amigo de Cibao Adentro, este de seguro que no ha podido fumar los puros más caros, pero que no lo haya hecho no es gran cosa, conscientes de que de seguro si ha podido probar algo parecido al desaparecido Cremas, un cigarrillo de la década de los ochentas, que hizo historia.
Según la Real Academia Española (RAE), túbano significa tabaco liado sin papel en Puerto Rico y en República Dominicana. Hemos detectado que la palabra “cachimbo” se usa en el Cibao más que “túbano”, aunque esto no quiere decir que sea así en otras regiones dominicanas. La palabra “chicote” también es de uso para significar el mismo producto. Es reconocido por notables historiadores que el papel del tabaco, el cacao y el café fue determinante en la economía del siglo diecinueve y mucho antes.
Los pueblos tabacaleros demostraron, así como los cafetaleros y los cacaotaleros, que tenían mucho que ofrecer en términos económicos, algo corroborado en las series estadísticas de la época. El cacao y el tabaco constituyen un punto de importancia en nuestro modo de vida, fluyendo de la dinámica de los campos hasta la realidad de las ciudades. A la vuelta del siglo XX, estas vieron modernizar sus calles con el progreso visto en todas partes (la entrada del teléfono, el tendido eléctrico, la llegada del automóvil, la lámpara de gas, el capote, la ropa que eliminó el harapo, la radio, la televisión, el telégrafo, los servicios de correo, el asfalto, etcétera), como queda especificado en algunas crónicas importantes de nuestros historiadores.
Sería interesante indagar si la palabra “cachimbo” está en el diccionario, si la palabra “echadías” también lo está y si la palabra “chercha” es usada en otras partes como hacemos los dominicanos. Lo cierto es que ya sea en el tabaco y en las fincas del interior se cuecen largas historias que el investigador no desdeña, consciente de que contienen largas experiencias vitales que alguien debería recoger en algún volumen, algo así como lo que han hecho algunos dedicados a los estudios del folklore o la historia económica en sus múltiples perspectivas.