Policía eficiente
Hay otra eficiencia preocupante: la facilidad y frecuencia con que los grises eliminan alegados pillos en “intercambios de disparos”
Hay que reconocerlo: la Policía Nacional es altamente eficiente. Tanto, que cuando no resuelve prontamente afloran sospechas. En horas, dos asaltos a bancos quedaron cerrados. Que no aparezca el botín en su totalidad, harina de otro costal. Los delincuentes tienen gastos operacionales.
Hay otra eficiencia preocupante: la facilidad y frecuencia con que los grises eliminan alegados pillos en “intercambios de disparos”. Como en las películas, los buenos siempre ganan y lo hacen como James Bond: sin sufrir un rasguño.
Cosas del trópico, quizá. Nuestros “forajidos” deben figurar punteros entre los más violentos y corajudos del mundo. No vacilan en batirse a tiros con fuerzas superiores y mejor armadas. De intervenir caballos en estas refriegas, habría una reproducción fiel del Salvaje Oeste fílmico.
La realidad es otra, para merma de los derechos humanos. Las acciones de estas fuerzas, habilidosas en disparos mortales, cuentan con aval mayoritario de la ciudadanía. Reciben una ronda cerrada de aplausos cada vez que demuestran la eficacia del “dar p’abajo”, poco importa que, como en el caso de uno de los alegados asaltantes, la esposa y familiares aseguren que la Policía irrumpió en la vivienda en horario nocturno —sin fiscal probablemente—, y que prendió al joven cuando dormía. Para dormir hay que estar vivo y no se intercambian disparos en los predios de Morfeo.
Mientras los “delincuentes” sean pobres vástagos de barrios marginados, la conciencia ciudadana seguirá inconmovible. Esa sí que está dormida, anestesiada por una violencia a la que se responde a plomazos, sin importar que sean sucios o limpios. La otra delincuencia, de más millones que en un banco, se ventila en la justicia a la velocidad que en el Wild West el pistolero mataba al sheriff.