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Las llaves de casa tienen peso simbólico para las familias de Gaza desplazadas por la guerra

Un relato de supervivencia y esperanza en Gaza

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Las llaves de casa tienen peso simbólico para las familias de Gaza desplazadas por la guerra
Hassan Nofal, de 53 años, desplazado debido al bombardeo israelí de la Franja de Gaza, muestra las llaves de la casa que tuvo que abandonar con su familia. (AP)

En su llavero, Hassan Nofal guarda las llaves de dos casas. Una es la de la casa de sus abuelos en lo que es hoy el sur de Israel, de donde su familia fue expulsada por las fuerzas israelíes en 1948 y a la que nunca han podido regresar.

La otra es de la casa de Nofal en el norte de Gaza, de la que tuvo que huir el año pasado después de que Israel lanzara su campaña de bombardeos y ofensivas en el territorio.

Durante los casi nueve meses desde entonces, Nofal y su familia han tenido que mudarse cuatro veces, obligados a viajar de un lado a otro de la Franja de Gaza para escapar de los ataques. Nofal dijo que está decidido a asegurarse de que su llave no se convierta en un recuerdo como la de sus abuelos.

“Si la llave de mi casa se convierte en sólo un recuerdo mientras yo sigo adelante, entonces no quiero vivir más”, dijo. “Debo regresar a mi casa... Quiero quedarme en Gaza e instalarme en Gaza con mis hijos en nuestra casa”.

Israel ha dicho que a los palestinos eventualmente se les permitirá regresar a sus hogares en Gaza, pero no está claro cuándo. Muchas casas han quedado destruidas o están gravemente dañadas.

La respuesta de Israel en Gaza, desencadenada por el ataque de Hamás del 7 de octubre contra el sur de Israel, ha expulsado de sus hogares a alrededor de 1.9 millones de los 2.3 millones de palestinos que había en el territorio antes de la guerra. La mayoría de ellos han tenido que mudarse repetidamente desde entonces para escapar una y otra vez de una serie de ofensivas terrestres a lo largo de la franja.

Cada vez ha significado un traslado doloroso a una nueva ubicación y una serie de refugios temporales hacinados —ya sea en casa de la familia extendida, escuelas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o campamentos de tiendas de campaña—. En el camino, las familias han luchado por permanecer unidas y conservar algunas posesiones. En cada sitio nuevo, deben encontrar fuentes de alimentos, agua y tratamiento médico.

En el último éxodo, la gente ha escapado de los distritos orientales de la ciudad sureña de Jan Yunis y de partes de la ciudad de Gaza, en el norte, luego de que Israel ordenara evacuaciones allí. Casi toda la población de Gaza está ahora hacinada en una “zona humanitaria segura” declarada por Israel que cubre unos 60 kilómetros cuadrados (23 millas cuadradas) en la costa mediterránea, centrada en una zona rural árida llamada Muwasi.

A pesar de su nombre, Israel ha llevado a cabo ataques aéreos mortales en la “zona segura”. Las condiciones son miserables en los extensos campamentos de destartaladas tiendas de campaña instaladas por los desplazados, en su mayoría láminas de plástico y mantas apoyadas en palos. Sin sistemas de saneamiento, las familias viven junto a estanques abiertos de aguas residuales y tienen poco acceso a agua potable o ayuda humanitaria.

Nofal, un empleado de la Autoridad Palestina de 53 años, dijo que él, su esposa y sus seis hijos huyeron de su casa en el campo de refugiados de Jabaliya, en el norte, en octubre. Primero fueron a la ciudad central de Deir al-Balah, luego a Rafah, la ciudad más sureña de Gaza. Tuvieron que huir nuevamente cuando Israel lanzó una ofensiva allí en mayo y se trasladaron a Jan Yunis. La semana pasada huyeron de Jan Yunis a una tienda en Muwasi.

“Al ser desplazados a un lugar nuevo, es difícil lidiar con los insectos y vivir en suelo arenoso”, agregó. “Nos enfermamos porque hace calor durante el día y un poco de frío durante la noche”.

Pero la primera mudanza, cuando dejaron su casa en Jabaliya, fue la más difícil, manifestó. Levantó su llavero con las llaves de su casa y la de la casa de sus abuelos en lo que una vez fue la aldea palestina de Hulayqat en las afueras de lo que hoy es Gaza. No queda nada de Huylaqat pues el precursor del ejército israelí tomó la aldea y las aldeas cercanas a principios de 1948, y expulsó a sus habitantes.

Esas llaves viejas son posesiones preciadas para los descendientes de los palestinos que fueron expulsados o huyeron durante el conflicto que rodeó la creación de Israel. Muchos en Gaza temen que, como en esa guerra, no se les permitirá regresar a sus hogares después de ésta.

Ola Nassar también se aferra las llaves de su casa en la ciudad de Beit Lahiya, en el norte de Gaza. Para ella simbolizan “seguridad, estabilidad, libertad. Son como mi identidad”.

Su familia se acababa de mudar a esa casa con una cocina recién renovada cuando comenzó la guerra de Gaza. Pero fue incendiada gravemente, junto con la ropa y las decoraciones que tuvo que dejar allí cuando huyeron en octubre. Echa de menos un preciado juego de platos que fue un regalo de su hermano y que se hizo añicos durante un ataque aéreo.

Ella, su esposo y sus tres hijos han sido desplazados siete veces durante la guerra, y han huido de ciudad en ciudad. Desde Rafah llegaron a su refugio actual: una tienda de campaña en Muwasi.

“Cada desplazamiento que experimentamos fue difícil porque lleva tiempo afrontarlo. Y para cuando lo logramos, tenemos que mudarnos de nuevo”, dijo. Encontrar comida a menudo era difícil debido a que los precios se dispararon. “Hubo días en que solo comíamos una vez”, añadió.

Al salir de prisa de su casa, muchos dejaron casi todo y se llevaron sólo lo esencial. Nour Mahdi dijo que sólo se llevó las llaves de su casa, la escritura de su apartamento para demostrar la propiedad y un álbum de fotografías de sus siete hijos. Más tarde, el álbum se arruinó con la lluvia, por lo que contó que lo usó como fajina para cocinar.

“Esto fue muy difícil porque era muy importante para mí ya que contenía recuerdos de mis hijos”, agregó.

Omar Fayad guardaba una fotografía de su hija y una de él mismo cuando tenía 10 años. Pero tras múltiples mudanzas, —“cada lugar peor que el otro”—, desea no haber dejado nunca su casa. “Hubiera sido mejor para mí si me hubiera quedado en mi casa allí y muerto”, declaró el hombre de 57 años, quien añora su hogar en Beit Hanoun, en el norte de Gaza.

Los milicianos de Hamás que atacaron el sur de Israel el 7 de octubre mataron a unas 1.200 personas y tomaron como rehenes a otras 250. La respuesta de Israel ha matado a más de 38.000 palestinos, según el Ministerio de Salud de Gaza, que no distingue entre civiles y combatientes en su recuento.

Muhammed al-Ashqar, también de Beit Lahiya, manifestó que ha sido desplazado seis veces con sus cuatro hijas, cuatro hijos y sus nietos.

En el camino, la familia se separó. El hermano de Al-Ashqar se quedó en el norte porque su esposa estaba embarazada y no lo suficientemente sana como para mudarse. Poco después, la metralla de un ataque aéreo la alcanzó en la cabeza y murió, pero el bebé se salvó.

Uno de los hijos de al-Ashqar fue al campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de Gaza, para quedarse en la casa familiar de su esposa. El hijo cocinaba un día cuando un ataque aéreo alcanzó la casa y mató a su esposa y a cuatro de sus hijos en la sala de estar. A un hijo le amputaron la pierna y dos de sus hijos supervivientes viven ahora con él. Otro hijo murió en otro ataque en Nuseirat.

Tras todo eso, no son las posesiones lo que echa de menos el hombre de 63 años.

“No hay nada por lo cual llorar después de dejar todo atrás, y ver a toda esta gente muerta y todo este sufrimiento”.

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