Pandemia afectará seriamente a los países en desarrollo
La permanencia de las pérdidas causadas por la extensión del virus del COVID-19 depende del tamaño de las cicatrices
“Covid-19 representa el más adverso choque en tiempo de paz para la economía global en un siglo”. Además, esta recesión “es la primera desde 1870 que ha sido desencadenada exclusivamente por una pandemia”. Ambas observaciones provienen del nuevo informe Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) del Banco Mundial. Estas observaciones ilustran la escala del daño. Nunca ha habido una mayor necesidad de una respuesta ambiciosa y cooperativa. Desgraciadamente, no desde hace mucho tiempo han estado estas cualidades tan ausentes.
Una de las conclusiones más destacadas del informe es la escala de incertidumbre acerca de lo que deparará el futuro. Sabemos que estamos en medio de una extraordinaria contracción económica mundial. No sabemos cuán profunda y persistente será, ni cuánto tiempo llegarán a durar sus efectos adversos.
Después de todo, nos encontramos en una etapa temprana en cuanto al manejo de la enfermedad. Eso es particularmente cierto en el caso de los países emergentes y en desarrollo, donde los casos de Covid-19 todavía están aumentando. Las medidas para contener la enfermedad son particularmente difíciles de implementar allí, dada la dependencia de muchos de sus ciudadanos en los trabajos en el sector informal y las limitadas capacidades sanitarias y fiscales de los gobiernos. Su única ventaja es la relativa juventud de sus poblaciones.
Sin embargo, controlar la enfermedad es sólo una parte del reto que actualmente enfrentan los países emergentes y en desarrollo. Muchos de ellos son extremadamente vulnerables a las crisis económicas mundiales, y ésta es de proporciones devastadoras. Estos países han sido golpeados, en diversos grados, por un desplome mundial; por marcadas caídas en los precios de las materias primas; por la huida del riesgo en los mercados financieros; por una enorme disminución en las remesas y en los ingresos por concepto de turismo; y por una significativa disminución en el comercio mundial. Es posible que muchos países se vean obligados a incumplir. Además, el impacto sobre sus economías es poco probable que sea breve. Es probable que numerosas economías y miles de millones de personas sean afectadas. Éste pudiera ser el comienzo de muchos años perdidos, o incluso peor, para multitudes de personas.
Mucho depende de las consecuencias económicas. El banco ha indicado que el rango de posibles resultados del crecimiento económico global este año (a tasas de cambio del mercado) cae entre menos 3.7 y menos 7.8 por ciento. Para las economías de mercados emergentes y en desarrollo, cae entre menos 0.5 y menos 5 por ciento. El banco anticipa un retorno al crecimiento en 2021, de entre 1.3 y 5.6 por ciento en el mundo y de entre 2.7 y 6.4 por ciento en las economías emergentes y en desarrollo. Esto significa que es bastante probable que la producción no se recupere a los niveles de 2019 antes de 2022 en los países emergentes y en desarrollo; no volverá a los niveles implicados por una continuación del crecimiento prepandémico hasta mucho después de eso, si es que alguna vez sucede.
La permanencia de las pérdidas depende de la naturaleza de las cicatrices. Tal como lo señala el informe, “una recesión severa ha sido asociada con pérdidas altamente persistentes en la producción”. Los bajos niveles de uso de la capacidad desaniman la inversión y dejan un legado de capacidad obsoleta. Las expectativas de un crecimiento futuro débil desalientan la inversión y así se vuelven una predicción autocumplida. Los largos períodos de desempleo causan pérdida de habilidades, y tal vez desalienten permanentemente la búsqueda de trabajo por parte de los trabajadores. Innumerables compañías desaparecerán para siempre.
Más allá de esto, en los países emergentes y en desarrollo, la crisis amenaza con ocasionar una subfinanciación severa de importantes programas de salud y de bienestar. La pérdida de sustento para muchos es probable que ocasione graves daños a largo plazo en cuestión de salud y que acarree otras malignas consecuencias para los trabajadores y sus familias. Muchos pueden morir de enfermedades no relacionadas con la pandemia. Es posible que la educación de un sinnúmero de niños sufra daños permanentes.
Otras importantes amenazas a largo plazo incluyen las miopes reacciones relacionadas con las políticas. Puede que, como en la década de 1930, ocurra un cambio permanente que se aleje de la economía de mercado y del comercio internacional. Las contraproducentes políticas de sustitución de importaciones, seguidas por diversos países en desarrollo después de la Segunda Guerra Mundial, tuvieron sus raíces en las calamidades de esa época. Hoy en día, es casi una creencia popular que se deben condenar la globalización y la integración internacional de las cadenas de suministro. Pero, como lo subraya el informe, ambas han demostrado ser potentes motores del desarrollo económico. Hay que recordar que presenciamos una extraordinaria disminución en la proporción de personas en extrema pobreza, del 43% en 1980 al 10% en 2015.
Evitar tanto el daño duradero como los errores permanentes es crucial. Pero también lo es proporcionar asistencia adecuada en este momento. Una reciente petición de alto nivel al Grupo de los 20 países líderes señaló que la crisis puede sumir a 420 millones de personas en una pobreza extrema. Además, agregó, el 80 por ciento de los niños han estado fuera de la escuela. Es una cuestión de enorme urgencia moral y práctica, dada la interdependencia entre países, contener tales resultados, con todas las consecuencias nefastas que deben acarrear.
Se necesita más ayuda. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha argumentado que los países emergentes y en desarrollo necesitan US$2.5 billones, mucho más de lo que actualmente está disponible.
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