Imperio costoso
Rusia tuvo crear un alto costo, y luego defender, el vasto imperio que los zares y sus predecesores forjaron luego de liberarse de la dominación de los mongoles
Mucho antes de la invasión a Ucrania, Dominic Lieven, profesor en ese entonces de la Escuela de Economía de Londres, publicó un libro titulado “Imperio”, en el cual reseña el alto costo que para Rusia tuvo crear, y luego defender, el vasto imperio que los zares y sus predecesores forjaron luego de liberarse de la dominación de los mongoles. Paulatinamente fueron extendiendo su dominio sobre Siberia, las provincias bálticas, Ucrania, Crimea, Finlandia, Moldavia y parte de Polonia. Heredado por el régimen soviético, este le dio continuidad y procuró doblegar cualquier indicio de disidencia.
La asimilación de territorios y poblaciones diversas implica la progresiva inclusión de zonas vulnerables a incursiones hostiles y minorías potencialmente antagónicas. A medida que el imperio se expande, las fuerzas centrífugas van creciendo, dando paso a la aparición y fortalecimiento de tensiones que absorben recursos administrativos, financieros y militares, sin que necesariamente se deriven de esos territorios ingresos suficientes para compensar los gastos incurridos. Para hacer frente a ese costo neto, los zares tuvieron que aumentar la presión de los tributos cargados a los campesinos, así como mantener al mínimo las inversiones en educación y otros servicios sociales.
Lieven encuentra similitudes entre la evolución y eventual desenlace del imperio ruso y otros imperios, tales como el austríaco y el otomano. Pero además de las semejanzas, pone de relieve una importante diferencia muy relevante en la actualidad. Dado que varias de las regiones que fue conquistando eran más ricas que ella, Rusia no sólo subyugó a sus vecinos, sino que también los colonizó con emigrantes rusos que se establecieron en sus territorios. Al colapsar la Unión Soviética, 25 millones de rusos quedaron de repente varados en nuevos países que los miraban con recelo. Lieven agradece a Boris Yeltsin no haber explotado ese descontento y factor de inestabilidad.
Veinte años después, Putin sí lo hizo.