Juan Pablo Duarte: el padre reivindicado de la República Dominicana
Inspiración y lucha. El patriota fue influenciado por el liberalismo romántico del siglo XIX
Cuando Juan Pablo Duarte murió en Caracas, Venezuela, el 15 de julio de 1876, a los 63 años, no era reconocido como un padre de la patria en la República Dominicana. La noticia de su fallecimiento se conoció en el país una semana después de ocurrir.
Varios factores influyeron en esta situación. El historiador Orlando Inoa indica que entre estos estaba su ausencia en la Puerta de la Misericordia durante la declaración de la independencia el 27 de febrero de 1844; su exilio de 20 años, entre 1844 y 1864; y su casi nula presencia durante la guerra de la Restauración (1863-1865).
“Cuando la paz llegó a República Dominicana en el año 1874, Duarte era ya un gran olvidado”, señala Inoa en su reseña “Juan Pablo Duarte. Su última batalla: Padre de la Patria”, publicado en el libro Duarte Revisitado.
Duarte reinvindicado
“Existe suficiente evidencia documental y consenso historiográfico para afirmar que Duarte fue un desconocido para el conjunto de la sociedad dominicana hasta 1884. Además de algunos de sus familiares, especialmente su hermana Rosa Duarte, solamente un grupo de letrados —capitaleños para más señas— mantenía un recuerdo de su persona y lo consideraba el “Padre de la Patria”, afirma el sacerdote Pablo Mella, doctor en filosofía en su libro “Los espejos de Duarte”.
En su minucioso ensayo, donde hace un análisis sobre las estrategias discursivas a través de las cuales se han proyectado las diversas imágenes del prócer, Mella indica que varios historiadores e intelectuales -entre ellos José Gabriel García, Fernando Meriño, Emiliano Tejera, Félix María del Monte y Federico Henríquez y Carvajal- decidieron en la primera mitad de la década de los 80 del siglo XIX “articular una campaña de construcción de la imagen de Duarte como único padre de la patria dominicana”.
Obra patriótica
Luego de los incidentes de la conspiración llamada La Reforma, en la que Duarte participó activamente -incluso disparando en un tiroteo durante esta revuelta- empezó la persecución en su contra, por lo que tuvo que exiliarse.
Previo a su partida se escondió en casas de amigos, pero seguían tras él, ya que el jefe haitiano Charles Rivière-Hérard ofrecía mil pesos a quien lo delatara.
El 2 de agosto de 1843, Duarte pudo salir rumbo a Saint Thomas, junto a Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina.
Desde el extranjero siguió trabajando y haciendo contactos que contribuyeran a sumar fuerzas para su proyecto. Gestionó en vano que el gobierno venezolano, encabezado por Carlos Soublette, apoyara la causa separatista.
Además, desde Curazao y a través de una carta, le pidió a su madre Manuela Diez y a sus hermanas que vendieran los bienes de la familia, a fin de que se pudieran comprar pertrechos para la lucha independentista. Mientras se encontraba en el exilio recibió la noticia, casi un mes después de ocurrida, del fallecimiento de su padre Juan José Duarte, ocurrido el 25 de noviembre de 1843.
Así, sin la presencia física de Duarte, se produjo la declaración de la Independencia Nacional la noche del 27 de febrero de 1844, cuando Matías Ramón Mella disparó el trabucazo ante las personas congregadas en la Puerta de la Misericordia. En ese acto, Francisco del Rosario Sánchez pronunció la expresión “Dios, patria y libertad”, y los presentes exclamaron “¡Viva Juan Pablo Duarte!”, recordando al ideólogo de la separación.
Tras la proclamación de la Independencia, Duarte regresó a la recién nacida República Dominicana el 15 de marzos de 1844 y fue designado jefe general del ejercito. Luego de no aceptar ser presidente de la nueva república, y al enfrentar desavenencias con el grupo conservador que asumió el gobierno, fue declarado traidor por Pedro Santana y tuvo que huir al exilio.
Regresó a la República Dominicana el 25 de marzo de 1864 para sumarse a la lucha por la restauración de la soberanía, luego de que Santana anexionara el país a España. Fue nombrado representante para buscar ayuda en el exterior, misión que se convirtió en otro exilio. No volvió a pisar suelo dominicano.
Poliglota, amante de la lectura, sus prometidas... y creó una palabra
La dimensión humana de Juan Pablo Duarte suele ser poco difundida en sus semblanzas. Existen datos y referencias que muestran sus particularidades como un hombre de su tiempo.
Los dos datos más conocidos son que era poliglota y que un lector voraz. Duarte dominaba a la perfección los idiomas inglés, alemán, francés, portugués, catalán y latín. Sobre su amor la lectura se reseña que solía leer hasta la madrugada y que tuvo por costumbre, mientras vivió en Barcelona, de enviar libros a sus amigos.
Duarte mantuvo relaciones formales con dos mujeres: María Antonia Bobadilla y Prudencia Lluberes, con esta última se comprometió, entregándole un anillo. En dos ocasiones, desde Venezuela, le propuso a Prudencia casarse mediante poder notarial. En la primera petición ella no pudo viajar por la muerte de su padre y la segunda vez, declinó porque no quería abandonar a su madre. Años después se enamoró platónicamente de una mujer de San Fernando de Apure, Venezuela, a quien le dedico un poema.
Mientras que su amigo y compañero de lucha escribió en 1891 sobre los amoríos de juventud de ambos que “Nuestros primeros devaneos con las chicas del barrio, alarmaron a nuestros padres y temieron algún mal suceso. De común acuerdo, Don Juan Duarte envió a Juan Pablo a Europa y mi padre a mí a una de sus haciendas. Nuestra ausencia de Santo Domingo produjo el efecto deseado por nuestros padres”.
Quizás el dato menos conocido sobre el patricio es que inventó una palabra: Orcopolita, que significa “ciudadano del infierno”.
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